Todavía hoy estoy viviendo el sueño de ayer. De ayer noche...
Todo empezó por una salida con mi mujer y nuestra perrilla Luna. En principio iba a ser un paseo como tantos otros de 4, 5 ó 6 kilómetros. Hasta ahí todo bien. La sorpresa vino cuando la oí decir a Isabel: "¿Corremos un poco?" Me pilló totalmente desprevenido. No me lo esperaba. Me lo tuvo que repetir antes de que abriera la boca. "Sí, venga. Unos minutillos." ¿Con la perra? pregunté. "A la perra la llevo yo"
Antes de que pudiera decir nada ya estábamos trotando. Suave, muy suave, pero trotando. Iba que no me lo creía. Así empezó. En plena recta de 800 de Valdebernardo. Recta que hicimos en dos golpes con un breve tramo andando para recuperar un poco. Y con qué ganas hizo el tramo final. Se empeñó en terminarla y la terminó. Yo gritaba ya de pura euforia.
Así empezó lo que terminó siendo una caminata con trotes intercalados de entre 3 y 4 minutos (hasta cinco llegué a contar), siendo el último de casi cinco minutos. Yo alucinaba, Alucinaba hasta Luna. Está acostumbrada a que lo de correr es sólo conmigo. Yo creo que hasta ella me miraba extrañada, jaja...
Y esto, con visos de repetirlo e ir ampliando. Y todo por decisión de ella. Yo nunca la he empujado a esto. Sabe que no hay nada que me hiciera más ilusión que pegarnos un día una trotadita más o menos larga juntos. Sabe que me hace feliz verla así. Vamos a ver si esto continúa. No seré yo quien ponga obstáculos.
