La más dura Quedada de las tres a las que yo he asistido. Competiciones a parte, incluyendo el Medio Maratón de Coslada, del que aún conservo "heridas" que no han cicatrizado, o la Menudos Corazones de Hortaleza, es lo más duro que he hecho nunca. Y ojo, que no me arrepiento de haberlo hecho, ni significa que no volveré a intentarlo.
Con la Grandísima Celina.
A todos los efectos, mi madrina en carreras de montaña.
Carreras a las que no dudaré en hincarles el diente
en un futuro más o menos próximo.
No me abandonó ni un instante en los 18 K.
de tan duro - para mí - recorrido.
Y así fue. Hice esta ruta con dos sombras. La mía y la permanente presencia a mi lado de Celina, que de mil maneras supo mantener en alto mi ánimo para no rendirme en un terreno que me era totalmente desconocido.
Yo sabía de antemano dónde me había metido al apuntarme a esta Quedada. Sabía que iba a estar como cordero entre lobos. Los compañeros de ruta son aventajados montañeros y lo que para ellos no era nada, o poco más que nada, para mí iba a ser una dura piedra de toque. Pero como siempre digo: no hay miedo ni dolor que me eche atrás.
Empezaba el día por una visita obligada nada más llegar a Soto del Real. Tenía que visitar a mi hermano Luis a quien no tengo a mi lado desde hace casi 33 años. Al menos físicamente, porque sé de otras muchas formas sí está a mi lado. Allí paso unos minutos en silencio con él y...
... saliendo del Cementerio contacto con Rafa por teléfono. "¡Buenos días!". Nos encontramos cerca de su casa, le recojo y nos vamos para el aparcamiento del Polideportivo donde habíamos quedado.
Allí vamos encontrándonos los más madrugadores y en poco tiempo de saludos y abrazos nos vamos reuniendo un buen puñado de amigos que parecen ir surgiendo de debajo de las piedras. Amigos con muchas ganas de vernos y de pasarlo bien. Estos momentos previos a mi me vuelven loco.
Rafa plantea una variación sobre el recorrido para acortarlo un poco y dejarlo en los 18 kilómetros finales que tuvo. Nos desplazamos en algunos coches al que sería el punto de partida.
Todo empieza bien para mí. Ni me imaginaba entonces lo que me esperaba, pero al menos puedo decir bien alto que tuvieron la decencia de empezar a un ritmo muy asequible para mí. A no menos de 6:30, no tuve problemas para ir en grupo algo más de los 4 primeros kilómetros. Me las prometía yo muy felices todavía.
Hasta ahí no tuve problemas para mantener el tipo. Otra cosa hubiera sido preocupante. Pero cuando llegó la primera tanda de rampas, porque eso no eran cuestas sino rampas, mientras el resto mantenía el mismo ritmo, yo me ví obligado a bajarlo si no quería dar el espectáculo. Esto implicó que me descolgara irremediablemente del grupo. Aun sin perderlos de vista, se alejaban cada vez más y mis posibilidades de ir en el grupo disminuían. Ahí empezó a intervenir Celina que se mantuvo a mi lado hasta el final.
Y se iban...
Nos reagrupábamos en ciertos puntos a los que yo conseguía llegar a duras penas y arrastrando los higadillos y la lengua a partes iguales. Todo menos rendirme. Perdí la cuenta de las paradas, pero no me olvidaré de la primera. Me hubiera bebido el arroyo entero si hubiera podido. Le expresé a Rafa mis deseos de conocer a su madre. Dicho de otra forma y con el respeto debido, tengo muchas ganas de conocer a la madre que le parió. Risas y más risas, pero yo estaba tocadísimo y sabía que aquello no había hecho más que empezar.
La paciencia y los ánimos de los compañeros en cada punto de encuentro no tenía precio. Ahí estaban siempre ellos sonrientes viéndome llegar en compañía de Celina siempre inseparable. Marcándome ritmos y tiempos en todo momento. Fundamental para mí en este bautismo de carreras de montaña.
Sabía que con la primera parada no había terminado todo. Quedaba sufrimiento por pasar. La falta de aliento no me dejaba ni tomar las fotos que me hubiera gustado tomar. Los paisajes, increibles. Eso cuando podía verlos, porque mi mirada estaba concentrada nada más que en los dos o tres metros de suelo que tenía por delante siempre. Pocas veces miraba a lo lejos por delante. Era tortuoso ver cómo el grupo subía por una rampa cuando Celina y yo no habíamos terminado de subir la anterior.
Y se iban... y se iban...
No pude reencontrarme a mí mismo hasta que no llegaron los tramos más o menos llanos y las abundantes bajadas del final que me devolvieron la vida. Ahí sí que disfruté de verdad. No es que volara precisamente, pero me sentí flotar. Ese desquite me hizo recuperar el ánimo y la confianza en mí mismo. Si todo hubiera quedado en lo de esas terribles subidas, hoy opinaría otra cosa de las carreras de montaña. Y afortunadamente no es así. Tengo una cita pendiente con ellas y probablemente será bajo el asesoramiento y compañía de Celina que ya me anda buscando una que se ajuste a las escasas cualidades que tengo para este tipo de pruebas. Creo que algo de lo que aprendí el Sábado puede servirme para Boadilla del Monte el 5 de Junio. Allí tendré a Raquel, la bala express. Miedo me da. Luego se me quitará, pero en principio me lo da.
Aun así, que me quiten lo bailado. Lo hice, que es lo que importa. Y volveré a hacerlo. Esto no era para mí, pero no me lo quise perder.
A todos los amigos que me acompañaron con infinita paciencia esa mañana, muchas gracias.
Celina, un besazo muy fuerte.
Respecto al calor, nada que decir. Lo soporté bastante más que bien. Lo cual me confirma que mi aclimatación va por buen camino. Ya no tengo problemas para aguantar temperaturas de hasta algo más de 30 grados.
Apunte a parte:
Con tal de animarme, me dijeron cosas muy bonitas. "Buen ritmo", "buena postura", "buena actitud"... Pero llegaban las rampas y... me atrancaba de una manera... Gracias al permanente apoyo de Celina sólo pude con un par de ellas a duras penas. El resto fue un quiero y no puedo. Pero Celina cumplió su palabra. "No me voy a despegar de ti en todo el recorrido", había dicho. Y fue mi sombra, mi animadora, mi aguadora y muchas cosas más, desde el principio hasta el final. Hasta el último centímetro de esos 18 kilómetros.
Tanto Celina como Javier, no hacían sino repetirme los beneficios de hacer un rodaje como ese en alura. Tataban de hacerme ver que lo que me pasaba era de lo más normal por ser un terreno desconocido para mí hasta entonces, y que lo afrontaba por primera vez. Eso era verdad, porque trazados así los he hecho docenas de veces en La Pedriza, pero en plan senderista. Y esto... esto de hacerlo corriendo... era una historia bien distinta.
Según mi crono:
2:06 para los 18 K. / PMAX:180 - PMED:165 / Ritmo medio:7:35 Ritmo máximo:3:53 (Por narices tuvo que ser en alguna de las bajadas en las que me sentí flotar) Hubo algún kilómetro de hasta 11:35, pero también hubo otro hacia el final de hasta 5:25, que para mí ya es una hazaña después del machaque que llevaba encima.
A TODOS, decir GRACIAS, es decir POCO.
PD: Algunas de estas fotos están tomadas sin permiso - disculpas -, del álbum de Jaime Navarrete.
Mis escasas fotos a disposición de quien las quiera tomar, AQUÍ.
PD: Algunas de estas fotos están tomadas sin permiso - disculpas -, del álbum de Jaime Navarrete.
Mis escasas fotos a disposición de quien las quiera tomar, AQUÍ.