Tres días marcados por tres palabras: felicidad, sobresalto y tranquilidad. Aunque esta última sólo sea aparente y momentánea. El Martes, felicidad. Entrenamiento compartido con mi hija en el Parque del Retiro. El Miércoles, sobresalto desde primera hora de la mañana por el estado de salud de mi madre, que nos pone a todos en vilo y con el corazón en un puño. Hoy Jueves, tranquilidad momentánea dada la forma de remontar de mi madre para sobreponerse a unos síntomas que hacía pensar en lo peor. En general ha pasado el día bastante bien y sin las complicaciones que ayer la tuvieron contra las cuerdas.
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Ya el Domingo, mi hija Ana Isabel me dejó caer que tenía ganas de que volviéramos a hacer entrenos por El Retiro. No lo veía como una cosa inmediata, sin embargo, quería que empezáramos el Lunes, pero ese día cuando llegué del trabajo, estaba ella que se arrastraba por los suelos con los síntomas de un resfriado del quince. Ni se me pasó por la cabeza que el Martes me propondía esa salida. Pero lo hizo. Sin estar del todo bien, estaba dispuesta a que fueramos a correr."Papá, ¿nos vamos al Retiro a correr?" Me dejó a cuadros.
Por otro lado, yo tenía pendiente quedar con mi amigo Manuel Moreno Villares - Motivación Runner -, para correr por allí. Es su zona. Pensé que podría matar dos pájaros de un tiro si se unía a nosotros. Era la oportunidad de conocerle, que ya tengo ganas. Aunque ya empieza a parecer que le conozco de siempre. Pero era demasiado tardepara avisarle. Alrededor de las diez de la noche no se puede llamar a alguien para decirle "¿Te vienes a correr?"
Y allí que nos fuimos. Aun no estando del todo
bien, 5 kilómetros
se metió entre pecho y espalda mi hija, codo con codo conmigo. A ritmo más que
tranquilo, pero que en su estado, me pareció más que admirable. Al menos no
tenía fiebre, pero esos bronquios no andaban muy católicos. Impresionado me
dejó. Casi tres cuartos de hora de carrera contínuna y a ritmo constante por
una ruta inventada por ella que es una gozada. Me la tengo que grabar en mente,
porque es una delicia.
Lo que no sabe ella - bueno, un poquito sí -, es lo
que disfrutaba yo a cada zancada junto a ella dejándome dirigir a cada giro por
donde ella quería que fuéramos. Correr con tu propia hija es algo que... es
difícil de explicar.
El espíritu de Sonia y de Satur, su padre, volvió a flotar en los jardines del Retiro. La veo tan contenta, tan entera, haciendo algo que no todo el que no corre habitualmente es capaz de hacer, que se me caía la baba. Y yo era el afortunado que estaba a su lado para verlo y para vivirlo.
Fue capaz de encararse hasta con un trozo de la cuesta del Ángel. La digo: "Mira Ana, esta es la cuesta del Angel". Me contesta: "¿Ah, si? ¿Y qué?" Y yo... "No nada, déjalo, ya te lo contaré otro día"
Perdóname si puedes, Manuel. Te prometo que habrá
más oportunidades. Un fortísimo abrazo.
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