Reflexiones en el camino

Para correr, ya hace falta ser fuerte. Para correr 10 metros, 100, 1000, 5000, 10000… hace falta ser fuerte.
Para ponerse en la línea de salida de cualquier carrera, la que sea, ya hace falta serlo.
Para correr un Medio Maratón, hace falta ser muy fuerte.
Para correr un Maratón, hace falta ser muy, muy fuerte. Y no sólo muscular y físicamente, sino mental y psicológicamente.
Para correr un ultramaratón o una carrera de montaña, hace falta… estar “loco”. Jeje… y que me perdonen los que lo hacen y se lo pueden permitir.

Pero para renunciar a un sueño, y aquí es donde tengo que acordarme por fuerza de la entrada que nos ofreció Sonia hace unos días tan acertadamente – ¿Vas a terminar siendo fuerte? -, para eso hay que ser muy, muy, muy, muy, muy, muy (…), fuerte.

¿Qué estoy intentando decir? Intento decir que a las alturas que estamos, pasados 7 meses de preparación continua, hecho por el que ya tengo que estar agradecido, porque nunca había enlazado un periodo tan prolongado de bienestar proporcionado por practicar algo como esto que es una de las cosas que más me gustan en esta vida, me veo obligado a ser realista. Obligado y empujado, todo sea dicho.

Me veo obligado a ser realista y concluir que no estoy capacitado para correr un Maratón y mucho menos el Mapoma. Supongo que a quien yo me sé le habrá encantado leer esto. Es exactamente lo que quería leer y aquí lo dejo.

Examinando hechos y números, dentro de haber progresado algo, que no mucho, en todos estos meses desde el pasado Mapoma 2009 en que me puse en marcha con pequeñas carreras sin criterio al principio, y luego corriendo-andando para poner unos cimientos, dirigido por Miguel y la paciencia que lleva por bandera, examinando todo esto, veo que mi modesta media de 5:30 a 5:45 minutos por kilómetro no son suficientes para afrontar un Maratón.

Que sí, que en momentos puntuales me han salido y me salen cosas muy buenas, ya lo sé. Ya he sido capaz de bajar en casi un cuarto de hora mi marca en Medio Maratón. Con esto ya debería darme por satisfecho. Y no lo he hecho solo. Esto no puede hacerse solo. El camino para hacer esto ha estado poblado de muchos y buenos amigos que físicamente o en la distancia me han animado y apoyado – a veces en exceso, pero que igualmente se agradece -, por amigos que han compartido entrenamientos y carreras conmigo, como mi socio Jan, como mis amigos y compañeros de equipo del GGM, como cualquiera de vosotros desde cualquier rincón geográfico.

Pero principalmente de mi entrenador y valedor y sobre todo amigo y casi hermano, Miguel.

Para renunciar a un sueño hace falta ser muy fuerte. Yo no soy fuerte ni para eso. Por eso, aunque lo estoy meditando, mi rebeldía no me permite decir más allá de que mis posibilidades de correr Mapoma 2010 se dividen en un 70% de que no y en un 30% de que sí. En ese filo de la navaja me encuentro.

Si lo que he hecho hasta aquí ha sido mucho y mucho es lo que he conseguido, es mucho más lo que queda por hacer y por conseguir. Tanto, que no sé si hay tiempo suficiente para conseguirlo. Lo dudo. Proporcionalmente debería como mínimo duplicar el volumen e intensidad de los entrenamientos. Esto supondría una sobrecarga y una adaptación brutales para las que no sé si estaría dispuesto mi cuerpo a aguantarlas.

Si finalmente decido inclinar la balanza del lado del NO, deberé pedir disculpas a cuantos pueda decepcionar con tal decisión. A cuantos he arrastrado hasta ahora a hacer algo que por sí solos no hubieran decidido hacer. A cuantos han tenido la generosidad de desear verme allí ese día, de corto y sudando la gota gorda.

Hasta ahora, hasta aquí, hasta hoy, pensaba que sólo algo muy grave o algo muy importante me podría apartar de mi sueño. No en vano llevo persiguiendo este momento desde hace casi cuarenta años. Fue el día que con 15 o menos, descubrí al que sería mi ídolo de toda la vida. Alguien que sin saberlo me señaló para siempre un camino que yo debería seguir alguna vez. Este era Emil Zatopek. Leidas sus hazañas y sus proezas atléticas, mi corazón me empujó a imitarlas alguna vez.

Sí, decididamente para todo esto que acabo de decir hace falta ser muy, muy, muy fuerte. Incluso para decir NO, y para renunciar a un sueño. Pero por encima de todo esto, valoro más a un amigo. A un amigo verdadero sí que no se renuncia. Sobre todo al que se desvive por indicarte el buen camino.

Si decir SI, o no renunciar a un sueño implica perder a un amigo, me quedo con el amigo y renuncio a mi sueño.

Acabo de leer en algún lugar:
"Es necesario aprender lo que necesitamos y no únicamente lo que queremos."

Dicho esto, creo que voy a salir a trotar un poco.