San Martín de la Vega - La crónica.

Miguel, a quien debemos tanto

de lo mucho que estamos consiguiendo.

Gracias, Mister.

Ayer Domingo fue el día de los fantasmas mentales y yo tuve un par de ellos.

El primero, fruto de los últimos comentarios que me llegaron sobre el índice de participación en esta carrera. El último comentario que oí hablaba de unos 300 participantes. Esa cifra ya me trajo recuerdos que no quería tener. Luego leí algo de que serían unos 500. Eso tampoco me tranquilizaba mucho. ¿Y a qué se debía mi intranquilidad? Pues al recuerdo que conservo de la carrera de Colmenar de Oreja allá por el mes de Julio. Escasa participación y una salida en tromba que me colocó el último en apenas un kilómetro recorrido de seis que tenía la prueba.

Conservaba en mi cabeza el recuerdo de otro comentario. Este hablaba de que en “estas carreras” la gente sale a muerte y con el cuchillo entre los dientes. En este error de cálculo – y no sería el único que tuve -, con lo de “estas carreras” se referían a las de 6 kilómetros de recorrido y no a un diez mil como era el caso de San Martín de la Vega.

Tanto la salida como el desarrollo de la carrera me demostraron el primero de los dos equívocos que tuve. Una salida más que normal que nos permitió un buen primer kilómetro tanto a Jan como a mí que no tuvimos problema para hacer bastante más rápido de lo que yo estoy acostumbrado a hacer. Creo que Jan me dijo que lo hicimos en 4:50. Y aquí viene la anécdota. A 500 metros de haber salido, me dí cuenta de que no había encendido el dispositivo de seguimiento del pie. Me aparté a un lado en una zona ajardinada para encenderlo y tuve que esprintar para alcanzar a Jan durante unos 200 metros. Despistes míos con estas tecnologías a las que no estoy acostumbrado aún.

El segundo error de cálculo me privó de disfrutar de lo que había conseguido en esta carrera casi hasta que llegué a casa. Bajar una marca para mí, aunque sea sólo 5 segundos, ya debería considerarlo como un logro. Ayer hasta que no vi las cifras sobre el papel, no me dí cuenta de que tenía que estar más que contento. Todo porque me obcequé en conseguir los ansiados 52 minutos. Por el cálculo que podía hacer al paso de cada kilómetro a partir del 5 - 26:03 -, y teniendo en cuenta que no conseguía velocidad crucero en llano y que quedaba por subir el K 8 al 9, lo iba a tener más que justito. No difícil pero sí justito. En el K 7 – todavía basando mis cálculos sobre esos 52 minutos -, me resigné a como mucho rozarlos. Y que sacara lo que sacara, iba a ser lo que me merecía por la carrera que estaba haciendo. No era demasiado buena ni regular en casi ningún tramo. Había algunos en que conseguía coger un buen ritmo, pero a la vuelta de cualquier giro volvía a perderlo.

Me preparé para terminar la carrera lo más dignamente posible y a disfrutarla. Pelearía como traca final un poco más la subida del K 8 al 9 de lo que lo hice la primera vez. Eso por darme el gusto. Total, ya sólo quedaba el K 10 que era todo un regalo para las piernas. Descenso continuo y reconfortante hasta la meta. Ahí me emparejé con una chica que llevaba un ritmo fantástico. Junto a ella terminé pasando la línea de Meta en 53:35 brutos, que resultaron ser 53:19 netos coincidiendo al 100% con mi crono. Mi nueva marca.

No eran los 52 que yo quería, pero no tuve en cuenta que venía con 56:49 en el bolsillo y no con los 54 de Moratalaz que no eran oficiales. Era simplemente lo que yo había controlado al paso por el K 10 en una carrera que era de 12 K.
Bajar con esta chica ese último kilómetro es algo que le vuelvo a agradecer desde aquí. Ya lo hice allí nada más pasar la Meta. Es cierto, fijar mi ritmo al suyo fue fundamental para no perder la cabeza antes de tiempo bajando y quedarme con las ganas de rematar. Nuestros pasos se oían a la par sobre el asfalto. Una zancada perfectamente al unísono. Me gustó tanto ese paso sincronizado de los dos, que ya no quise despegarme de ella ni un segundo hasta atravesar la Meta. ¡Qué momento más bonito! Inmediatamente le di las gracias. Lo curioso es que ella también me las dio a mí. Me dijo que normalmente no seguía bien el paso de nadie, pero que conmigo la salió bien. O sea, que no sabíamos quién siguió el de quién, pero lo bueno fue que a los dos nos sirvió de mucho. Y no me quedé con su nombre. No sé ni cómo se llama esta corredora de momento anónima, pero espero volver a encontrarla en alguna otra carrera. Me dio la impresión de que era argentina.

En resumen, una muy bonita carrera. Pero que muy bonita. Me solté de Jan entre el segundo y el tercer kilómetro sin perderle de vista para hacer mi carrera y en la subida al cuarto ya me descolgué definitivamente. No me sentía tan fuerte como había estado tras algunas de las sesiones de la semana, pero no iba mal del todo. Tenía que hacerlo todo yo solo y me defendí como pude. Jan iba decididamente a por sus sub-50 e hizo muy bien a probarlo y no esperar hasta Aranjuez.

Pude saborear algunas otras cosas que hasta ahora no había podido hacer en otras carreras. Acoplarme a ritmos de otros que me favorecían, adelanté a algunos corredores incluso en la segunda subida y no me dejé cazar cuando oía pasos a mis espaldas que se aproximaban. Me bastaba dar un pequeño tirón y el que iba detrás o iba más flojo que yo o desistía de volver a intentarlo. Eso me supo bien. Y en la bajada hacia meta no me adelantó nadie cuando la chica de la que he hablado y yo nos lanzamos a buen paso hacia el final de la carrera. Nosotros sí que adelantamos a alguno más.

Me ha gustado muchísimo esta carrera. Pude ver a Impala – compañero del GGM -, mientras calentaba. Charlamos un rato. Sobre todo de lo que hicieron el día anterior en Patones; un buen papel de nuevo con trofeos incluidos. En los momentos previos a la salida apreció Javier Navarrete. ¡Qué gustazo conocerle personalmente por fin! 41’ minutos tan tranquilo que se endosó.
También me motivó mucho en la última subida ver a otro compañero del GGM que no esperaba ver allí. Era Claudio. La sorpresa fue mayúscula al verle allí animando. Casi me paro a abrazarle. Los saludos me pierden.

Y como postre final, estuvimos con Ramiro Matamoros, una de las leyendas vivas del Mapoma e innumerables carreras populares de siempre. Compartimos recuerdos y un sabroso café calentito que nos entonó el cuerpo.

Esta carrera ya está marcada para el año que viene. De todas, todas.

Miguel, muchas gracias por las fotos. Geniales todas.

Te ganaste el sueldo ayer.

Mi tiempo final.