miércoles, 18 de noviembre de 2009
Amor y voluntad
Hoy tengo el alma rota. No he dormido bien. Más bien he maldormido.
Ayer tuve un día difícil por la mañana. Apenas paré por una urgencia familiar que se presentó y que me desencajó el poco margen que tenía hasta entrar a trabajar a las dos y media de la tarde. Me tocó esprintar como un pollo sin cabeza para un lado y para otro en el Ambulatorio para que a mi hija y a mí nos hicieran caso. Todo terminó bien. Pero todavía me quedaba otro esprint para no llegar tarde al trabajo. Lo conseguí. El propósito era hacer la sesión por la noche al salir a las diez y media. Así hubiera sido. Así debiera haber sido. Así habría sido si yo me hubiera llevado por la mañana la ropa de faena y las zapatillas, pero ni tiempo para eso tuve. Tenía que pasar primero por casa.
El inconveniente a veces, es que al pasar por casa uno se encuentra novedades que no desea saber, que no desea oír, que no desea que sucedan, que no desea que le pasen a nadie.
Y hoy tengo el alma rota porque al llegar a casa tuve que oír de labios de mi mujer una novedad que no hubiera deseado oír nunca. Uno nunca desea perder amigos. Y anoche tuve que enterarme que había fallecido de infarto fulminante un antiguo amigo de un anterior trabajo de muchos años. De mi edad, casado y con dos niños. Eso terminó de “planchar” la voluntad que llevaba por encima del cansancio del trabajo. Las ganas de coger las zapatillas y cambiarme para salir a hacer la hora de trote que tenía que hacer, quedaron en un rincón. Aplastadas de golpe brutal. Noqueadas por completo.
En mi memoria se sucedían las imágenes y los recuerdos de mi tocayo. No hacía sino ver la cara de un tipo que sencillamente era genial y derrochaba sonrisas y simpatía por donde iba. Regalando siempre chascarrillos y carcajadas por cualquier motivo. Buen compañero de trabajo por demás de los que no abundan.
Y por eso hoy tengo el alma rota. Acabo de entrar a trabajar y todavía estoy envuelto en una nube de recuerdos, de rabia y de impotencia por no comprender el por qué de ciertas cosas. Hoy tengo el alma rota y no entiendo nada.
Me he despertado a las 4:30. Por tiempo habría podido hacer la sesión antes de venir a trabajar. Pero no acertaba a saber ni dónde tenía el pulsímetro, ni lo que me hacía falta para el turno de doce horas de hoy. A trompicones he conseguido reunir todo, comida, ropa de faena, zapatillas, y lo demás y he conseguido llegar al trabajo con el tiempo justo de relevar al compañero.
José Carlos, tu desaparición de entre nosotros, me ha dejado muy destrozado. Realmente destrozado. Visceralmente destrozado, vacío y desorientado.
Hoy tengo el alma rota. Y me avergüenzo por arrinconar mi fuerza de voluntad y no hacer ayer mi sesión. Y de no haberla hecho esta mañana. Pero tengo el propósito de hacerla cuando salga a las seis y media de la tarde y antes de ir a casa. Tengo todo lo que necesito en el coche y un recorrido de 10 kilómetros que tenía diseñado para hacer por García Noblejas. Voy a hacerlo en su memoria. Voy a hacerlo por ti, José Carlos.
Y otra vez vuelvo a sentir que tengo el alma rota y que los ojos se me inundan. No comprendo nada. No entiendo nada. Tengo el corazón encogido. Ese corazón que me hará falta luego para dedicarte mi esfuerzo de estos diez kilómetros.
Hoy era otra entrada la que tenía preparada. Pero tengo el alma rota. Y tratándose de amor y de voluntad, la voy a casar con estas líneas que nunca hubiera querido escribir. Llevo un año que maldita sea la hora en que empezó. He perdido la cuenta de casos parecidos que más o menos cercanos han llegado a mis oídos. Casos que te hacen recapacitar a cerca de qué cosas en la vida merecen o no la pena.
Con el alma rota vengo a referir el contenido de un correo que recibí ayer. Es harto conocido por todos los que nos movemos en este mundillo, pero es de las cosas que uno nunca se cansa de ver. Respetando el encabezamiento del correo de mi amigo y dejo el enlace para ver cierto video.
José Carlos, con el alma rota y la cabeza descentrada, cada zancada de esta tarde irán para ti. Y sé que lloraré cuando lo termine, pero desearía aguantar hasta el final para hacerlo y desahogarme. Y seguiré teniendo el alma rota porque, en definitiva, no servirá para nada. José Carlos, ¡va por ti!
Ya me gustaría tener esa fuerza y alegría cuando me toque tenerla. Personas verdaderas no abundan. Por eso creo que cada instante es único y hay que sacarle el mayor rendimiento. Nada resulta imposible si se cree en ello y se tiene buen corazón.
Por favor, ved este video.
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Buenos días Jose, te acompaño en el sentimiento.
ResponderEliminarEntiendo perfectamente que estés como tu dices con el alama rota, la vida cuando menos te lo esperas pega palos de esta magnitud. Lo mejor que puedes hacer en memoria de tu compañero y amigo y en beneficio tuyo es salir a entrenar, como lo vas hacer, y dedicárselo a el.
Tampoco te avergüences porque tu fuerza de voluntad amaine, no serías humano, y tu por suerte para todos los que te conocemos, tienes mucha humanidad.
Hoy más que nunca recibe un abrazo muy fuerte. Sabes donde estoy...
P.D.: me alegro que tu chavala esté bien.
Jose, mi más sincero pésame.
ResponderEliminarLa disciplina de correr, la fuerza mental de la carrera y el llevar una vida sana en general no pueden evitar que la vida a veces se tuerza, pero si te ayudarán a superarlo antes porque tendrás una ilusión a donde volver. Todo lo superarás. Animo, amigo.
Pepe, en estos momentos tan difíciles para tí, cuando se va un ser tan querido y no haces más que darle vueltas a la cabeza y sentir como tu corazón se rompe, te mando todo mi ánimo, mi apoyo y un enorme abrazo. Si sientes que te hace falta compañía para el entreno de esta tarde o quieres cualquier cosa, avísame.
ResponderEliminarLo siento compañero
ResponderEliminarUn abrazo.
ResponderEliminarSolamente dejar constáncia de que te endiendo perfectamente, en momentos así uno se siente vacio y no encuentra razonamientos válidos a hechos que son irreversibles... Es precisamente nuestra fuerza de voluntad la que, en mayor o menor grado, nos permite dar siempre ese paso adelante en la vida... Así que durante esos 10 Km. déjate llevar por tus sentimientos como homenaje a la memoria de un amigo que se ha ido... Y recuerda... La vida sigue.. Todavia hay muchoa km. que recorrer... Adelante...!!
ResponderEliminarAcabo de hacerlo, José Antonio.
ResponderEliminarTe he enviado un correo con la sugerencia. ¿Me acompañas?
Sé que me va a venir bien y lo necesito. Aún estoy encogido.
Gracias, José.
Amigos, a todos en general, muchísimas gracias. Habéis dado con la expresión justa. Me siento vacío y no paro de darle vueltas.
ResponderEliminarPero también me siento rebelde. No encuentro un razonamiento válido para justificar algo que tal vez no tenga lógica ni justificación posibles.
Sano, joven, vital, y de pronto, uno se siente mal en casa, se levanta para calentar un café y no termina de calentarlo.
Es terrible. Es difícil aceptar esto. Muy difícil. Sí, creo que hoy necesito compañía.
Miguel, gracias por darme el visto bueno. Así no tengo que sentir remordimientos luego.
Carles, Gonzalo, Juan Luis, RA, Carles, muchísimas gracias.
Sentid mis abrazos como yo siento los vuestros .
GRACIAS.
Y dice la copla: ¡Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va...!
¡Y qué verdad es!
Perdona, Miguel, no te he contestado...
ResponderEliminarMucho mejor lo de mi hija. Ya pasó todo. Pasó el susto. En eso quedó todo. Gracias.
Luego nos vemos, pepe
ResponderEliminarTe acompaño en el sentimiento pepe.
ResponderEliminarBien José. Gracias.
ResponderEliminarPor cierto, me equivoqué con la hora. A las 18:50. ¿Hace?
Un besito, Celina. ¡Gracias!
¡Muchas gracias, Paco!
ResponderEliminar¡Otro abrazo para ti!
Buena gente sois...
Hace. Nos vemos donde la última vez.
ResponderEliminarTe he leido a primera hora de la mañana y me has dejado encogido. De veras que lo siento.
ResponderEliminarMuchísimo ánimo, y ahora a encontrar fuerzas y seguir para adelante, que cuando alguien se nos va así, sin duda debemos quedarnos con su recuerdo y con la satisfacción de todos los buenos momentos que hemos pasado juntos y que ya son una parte de nuestra vida, de nosotros mismos.
Mucho ánimo, Pepe. Me alegro que lo de tu hija fuese bien.
Un abrazo muy grande.
¡Muchas gracias, Miguel! Gracias.
ResponderEliminarEstá siendo un año extraño. A ver si termina de una vez. Estoy deseando ver la cifra 2010 en el calendario. Cuando la vea me dará la sensación de que "mañana es 25 de Abril".
A ver si llega eso y todo esto queda en el olvido. La racha, quiero decir, porque los amigos de verdad, los auténticos, los verdaderos, de toda la vida o de poco tiempo, nunca quedan en el olvido por mucho que desaparezcan. Se quedan a vivir en nosotros.
Ánimo.
ResponderEliminarSal a correr, que seguro que se te pasa el día más rápido.
Lo siento muchísimo Pepe, uno nunca está preparado para oír estas cosas. Creo que te han aconsejado otros compañeros, que deberías salir a correr, te hará bien. Un beso muy grande, mañana será un gran día
ResponderEliminarLo siento mucho...
ResponderEliminarUn abrazo, amigo
Animo, amigo mío; no sé qué más decirte; recibe un fuerte abrazo y todo mi apoyo aunque sea desde lejos.
ResponderEliminarCelina, Victor, Jaime... ¡Y salí a correr! No podía ser de otra forma. Y en inestimable compañía.
ResponderEliminarPero no sólo me sentí acompañado de su presencia, sino que además me sentí arropado de la vuestra en la distancia.
Manuel, se suele no saber qué decir en estos casos. Pero lo que me dices me basta. Lo has dicho tan bien como lo dices todo, Manuel. Gracias.
Gracias a todos. Sois un puñado de buena gente increíble. Opino que esto es innato en el corredor de fondo. Va con nosotros ser así.
Celina, sí, mañana será un gran día. Tienes razón. Y para cuando amanezca, habré pasado página a todo esto. Será el momento de entonar con más fuerza que nunca: ¡Hay que seguir adelante! ¡Siempre hacia delante!
Un fortísimo abrazo para todos.
Hola Pepe, no había leido esta entrada y de verdad es que lo siento mucho, te acompaño en el sentimiento y tienes todo mi apoyo.
ResponderEliminarPerder un amigo es algo muy duro...Mucho Ánimo!!!
Un saludo
Quique