sábado, 3 de octubre de 2015

Admirado Felipe...



Me siento en deuda contigo. Y me veo en la obligación de confesarte mi cobardía. Sí, soy un cobarde. Frente al valor y al coraje que le estás echando a tu situación, me siento muy pequeño y muy cobarde. Pero hoy me he dicho a mí mismo: “¡Basta!”

Te sigo desde hace semanas. Incluso desde antes de decidirme a ponerte siquiera mi primer saludo. Te leo en silencio. Nunca decía nada. Leo tus entradas diarias. Lo que cuentas. Cómo te sientes. Los ánimos y las fuerzas que transmites a los demás. Las mismas que a ti mismo te son más necesarias. Nos las das. Nos las regalas día tras día. Transmites un optimismo al que hay que estar más que agradecido.

Vuelvo al principio. Soy un cobarde. Y más claro me queda cuanto más te leo y me miro a mí mismo. Y siento cómo se me hace un nudo en la garganta y se me encoge el corazón. ¿Y sabes qué? Me veo incapaz de decirte nada que no te hayan dicho ya mil veces. No sé – o no sabía - qué decirte. Y veo pasar los días y las semanas. Pienso: “¿Habrá reparado en ello y pensará que le contemplo indiferente?” Y aunque en el fondo deseo que no sea así, siento que pueda ser eso lo que pienses.

Pero nada más lejos de eso, amigo. Al contrario. Te tengo muy presente en mi día a día, en mis actos y en mis proyectos. Ruego por ti a menudo. Me reflejo en ti, en tu entorno. Ambos casados, ambos con mujer e hijos. En tu caso más pequeños que las mías, pero así y todo, vidas bastante paralelas las nuestras. Incluyendo en ello, nuestra común afición por este bendito deporte, que hace que aunque no nos conozcamos personalmente – cosa que me gustaría -, te considere amigo de muchísimo tiempo.



Hace días, cuando leí la última novedad que publicaste, te juro que se me rompió algo muy dentro. Nadie que lucha como tú lo haces merece un revés así. Y sin luchar tampoco. Nadie. Y a diario me reprocho las muchas insignificancias de las que a veces reniego y me quejo. "¿Pero qué estoy haciendo?" me digo... Me entiendes, ¿verdad?

Por eso me he dicho “¡Basta!. Hoy le escribo. De hoy no pasa.” Y aquí estoy. Quizá aburriéndote. Tal vez. Pero dando rienda suelta a la fuerte necesidad de decirte todo lo que llevo dentro. A todo lo que siento en mi interior. Es difícil encauzar tanta impotencia y tantas cosas positivas que quisiera decirte y tantos buenos deseos que quisiera transmitirte con la facilidad que tú lo haces desde tu posición. Es difícil darle salida a todo eso, te lo aseguro. Y sé que muchos de nuestros comunes amigos pasan muchas veces por lo mismo.

Te diré que no es tu caso el único que conozco. Dentro y fuera de nuestra afición, he conocido y conozco otros casos de amigos tan luchadores como tú. Alguno incluso con resultados más que favorables y con victoria tras largos años de lucha y de no perder la esperanza. No la pierdas – que sé que no lo harás -. No dejes de luchar. Estamos contigo desde la distancia. Puedes estar seguro. Contigo y con los tuyos.

Sólo espero restablecerme pronto del pequeño contratiempo en forma de lesión por el que estoy pasando y dedicarte docenas y docenas de kilómetros.

Felipe, puedes estar seguro de que aquí tienes un amigo. ¡Fuerte abrazo, Campeón!