jueves, 28 de agosto de 2008

Volviendo por los fueros




¡Qué gusto poder volver de nuevo por los fueros de antaño!


Qué gusto dejar enterrados en el pasado tanta amargura y
tanto sinsabor. Tanta envidia como despertaba en mí ver
a alguien haciendo ejercicio en el carril bici de mi barrio
- Moratalaz -, ya fuera trotando, en bici o simplemente andando.
Siempre con la cuenta atrás permanentemente en la cabeza
sin saber dónde estaba el final de esa cuenta atrás...


Pero eso ya es pasado. Ahora soy yo el que está ahí, en la pomada.
Y cada día mejor. Con más de tres meses consecutivos a mis
espaldas y la salud y el físico respetándome. Espero seguir
así por mucho tiempo.

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Originalmente publicado el 11 de Agosto de 2008
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Trofeo San Lorenzo - 27-07-2008 - Crónica 1ª Parte




Aunque no he podido hacer nada esta semana
salvo trabajar y trabajar, y soltar un poco las
piernas al día siguiente de la carrera, hoy que
libro espero poder hacer algo y seguir saboreando
la gozada que fue correr en San Lorenzo la semana pasada.


Con un tiempo mediocre tirando a pésimo de 1:06:11,
fueron muchas las cosas que me dejaron el alma tranquila.
La carrera era más dura que la de San Antonio. Y más
larga creo que también. Y aunque no fui capaz de
dar más de mí, recorté casi un minutillo al tiempo
de la de San Antonio.
De la propia carrera me quedo con la satisfacción de
no haberme tenido que parar ni una vez de principio
a fin. Ni siquiera la cuesta de San Vicente pudo con mi
moral.


Terminé escoltando a los Garabitas que son los que
tradicionalmente cierran esta carrera. Me adelantaron
dos veces en los últimos tres kilómetros.
Sé que puedo dar más de mí, hay algo dentro de mí
que en algún momento saldrá y no me rendiré en el
intento de encontrarlo. Como siempre he dicho, amo
este deporte.


Y sin duda, lo mejor vino después de la carrera. La tertulia
cervecera con los conocidos y no conocidos entre los que
destaco a Emilio - Garabitas -, que con 63 años quedó
2º de Superveteranos con un tiempo de 44 minutos.
Hablé extensamente con él y me enseñó muchas cosas que
me dejaron admirado. Creo que tengo un nuevo icono en esto
del correr al que admirar.
Los consejos que me dio, fruto de su experiencia, me los guardo
como oro en paño. Espero sacar fruto de ellos algún día.


Ahora a pensar en la siguiente que será probablemente la
de La Melonera. Es la que más me atrae en este momento.


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Originalmente publicado el 02 de Agosto de 2008
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¡¡¡ Ahora sí que sí !!! - Previo a San Lorenzo -



Ayer rematé el entreno de esta semana previo a la carrera
del próximo Domingo, la de San Lorenzo.


El resultado no ha podido ser más satisfactorio. Terminé
perdiéndole el respeto a la cuesta que hay detrás del
Polideportivo de Moratalaz. Es esa cuesta por la que pasan
los kilómetros 4 y 13 del recorrido de la Media de Moratalaz.
Unos 500 metros de cuesta.


Hice tres repeticiones para subir esa cuesta a paso muy
tranquilo de unos 3'15" cada una de ellas. Me encontré
fenomenal. Más fuerte y más entero de lo que esperaba al
terminar la sesión. El resto de la semana ha sido de tres
sesiones de rodajes suaves de 20 minutos cada una.


Ahora sí. Creo que ahora sí que estoy preparado para
correr la de San Lorenzo. Lo que siento ahora y tal como
sentí ayer las piernas, no lo sentí antes de correr
la de San Antonio de la Florida. Me veo mucho mejor
y con mucha más moral. En resúmen, más optimista.


Esto y con el añadido de enterarme que el recorrido
se ha recortado rondando los 10 K. me da esperanzas
de hacerlo mejor que en San Antonio de la Florida.
La realidad dictará sentencia, pero en principio me
veo mucho mejor, que no es poco.


Vestiré los colores del GGM. Iré de rojo con la equipa
ción con la que hace más de dos años corrí el
II Trofeo Ekiden de San Sebastián de los Reyes.
Eso tambié me motivará sin duda.

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Originalmente publicado el 26 de Julio de 2008
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Trotar por la playa me ha enseñado...



... el placer de correr por correr.

Quiero decir con esto, que es muy distinto correr
sin estar pendiente de distancias establecidas,
ni pendiente del tiempo realizado por kilómetro.
Unicamente pendiente del paisaje y del tiempo que
llevas corriendo.

Dices "voy a correr durante 30 minutos" y corres
durante 30 minutos. O "voy a correr durante 40
minutos" y corres 40 minutos. O voy a ir hasta
tal sitio y vuelvo. Sin importarte lo lejos que
esté. Y lo haces. Conseguirlo motiva muchísimo.

He redescubierto que es muy distinto correr de
esta forma. No me acordaba de lo que era hasta
que lo he hecho. Y creédme que se disfruta pero
mucho. De hecho, creo que voy a hacerlo más a
menudo. Periódicamente haré algún control, pero
fundamentalmente creo que voy a correr por tiempo.
Se "escucha" mucho mejor al cuerpo.

A parte de esos dos únicos entrenos que he hecho
en la playa, también hice unos cuantos pequeños
trotes por la orilla de unos dos kilómetros.
Y esto es lo que me ha hecho llegar a esta
curiosa conclusión.


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Originalmente publicado el 16 de Julio de 2008
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Y... tras las vacaciones...



Mañana me toca probar el sabor de una nueva ración del
particular significado que tiene para mí la conocida
frase que habla de la "soledad del corredor de fondo".

Previsión: 45 minutos de carrera contínua.
Plan: Incrementar las sesiones en 10 minutos
hasta terminar la semana con un entreno de 1h 15m.

Ya de vuelta en casa, sólo queda recordar los buenos
momentos pasados en las vacaciones, y desear que la
espera hasta poder volver a repetirlos no sea
demasiado larga.

Las intenciones de entrenamiento de esta semana
son las mismas que tenía en la semana que he pasado
en las playas de la zona de Oropesa ( Castellón ),
pero que por circunstancias se quedaron sólo en eso,
en intenciones. Tan sólo dos días pude salir a trotar
un poco. Uno de 30 min. el Martes, y otro de 40 min.
el Viernes.

Como siempre que salgo de viaje, mis transtornos
intestinales me acompañan a donde voy. Y esta vez,
cinco días de pertinaz estreñimiento me jugaron una
mala pasada que prefiero no detallar, pero que tuvo
su colofón en el entreno del Viernes y que echó al
traste un entreno del que estaba disfrutando como
pocas veces.

Antes de esto, y después del entreno en la tarde
del Martes, el Miércoles por falta de prudencia
me abrasé los pies con el sol en la playa. También
prefiero no describir cómo los tenía por la noche,
pero baste decir que apenas podía andar.
Isabel, mi mujer me recetó el remedio que funcionó
bastante bien para aliviar las molestias de la
quemazón: compresas de agua fría mezclada con una
buena cantidad de vinagre. Mano de Santo.

El Jueves, tenía los pies hinchados, pero al menos
podía andar aunque sólo con chanclas. Las zapatillas
imposible ponermelas. Ni siquiera soportaba el roce
de unos calcetines. Así que de correr, nada de nada.
Ya por la noche los pies estaban algo mejor después
de nuevos remojones de compresas de agua con vinagre.

Gracias a esto, el Viernes, como ya he contado antes,
pude salir a correr a eso de las ocho de la mañana.
El frescor de la noche aún estaba en el ambiente.
A los 20 minutos, fuertes retortijones en la tripa,
me hicieron pararme en seco. Estaba a punto de entrar
en Oropesa. Después de un par de minutos. conseguí
ponerme de nuevo en marcha. Llegué a Oropesa y tomé
camino de la playa para regresar al camping siguiendo
la orilla de la playa. Un disfrute total. Ni un
atisbo de cansancio.

De nuevo a los 20 minutos mis tripas me detuvieron.
Fui como pude a unas cabinas (letrinas) que había
en la playa junto a los puestos de la Cruz Roja,
pero no pude entrar en ninguna. Todas cerradas.
Me tocó regresar al camping andando como pude.
Casi 3 kilómetros andando penosamente.
Y hasta aquí puedo leer.

Ya en el camping, me recompuse en los servicios,
me di una ducha y salí a hacer unas series que
me devolvieron la sonrisa tras el mal sabor de boca
que me había quedado tras el calvario en que se
convirtió lo que pudo ser un buen entreno minutos antes.

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Originalmente publicado el 16 de Julio de 2008
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Anexo a la crónica de la XXII Carrera de San Antonio de la Florida



Sí Señor, corrí de nuevo en una carrera oficial,
después de dos años, el pasado Domingo 15 de Junio.

La carrera era la de San Antonio de la Florida.
Una carrera completamente desconocida para mí,
pero por alguna tenía que empezar.
Y me lo pasé bien. Siempre me lo paso bien.
Aunque sufrí lo mío - eso no lo voy a negar nunca -,
sé que sufrir es parte de disfrutar de esto.

Los Cacahuetes Bebeto y José Luis fueron parte fundamental
de mi pequeño éxito que era terminar la carrera. Como
fuera, pero terminarla. Y la terminé.
Pero vuelvo a decir que sin ellos, jamás lo habría hecho.
Eso seguro. Y mucho menos en el tiempo que lo hice.
Me pasé toda la semana haciéndo cálculos sobre lo que
podría hacer en San Antonio.

Me había fijado varias metas. 1- No llegar el último.
2- No tardar más de 1:15´. Y finalmente un sueño:
3- Hacer 1:10´. Pero eso era un sueño.

Sonó el pistoletazo. Borrados de la cabeza todos los
objetivos, me marqué sólo uno: disfrutar de todo aquello
como si se tratara de un entrenamiento más. Y que saliera
lo que fuera.

El resto lo cuento en la crónica anterior a este
artículo que merecen tanto José Luis y Bebeto -.
¡Qué inapreciables compañeros de carrera tuve!
De su mano me llevaron en volandas estando pendientes
de todo. Y cuando digo de todo es de todo.
Facilitándome agua cogiendo y llevando ellos
las botellas, pendientes de mi pulso y de mis
sensaciones, y de no sé cuántas cosas más.

Incluso de quitarle el perfil ascendente a aquella
maldita cuesta que se me atragantó. Más por culpa mía
que por otra cosa, pero se me atragantó. ¿Te acuerdas,
Bebeto? ¡Qué mal trago! Y todo por no tomármela
con otra mentalidad. ¡Cuánto más fácil hubiera sido todo!

Total, no me alargo más. Valga esto como añadido a
la crónica anterior.
En toda la semana posterior a la carrera no pude
asomarme para contar algo de esa jornada ni escribir
la correspondiente crónica.

Bebeto, José Luis, ya os lo dije allí y os lo vuelvo
a decir aquí: GRACIAS. ESTO NO LO OLVIDARÉ NUNCA.
LA EXPERIENCIA ES UN GRADO. Y DISFRUTAR DE LA VUESTRA
PARA CONSEGUIR LO QUE CONSEGUÍ NO TIENE PRECIO.
GRACIAS POR VUESTRO TIEMPO, POR VUESTRO APOYO
Y POR NO PERMITIRME DERRUMBARME NI UN SEGUNDO.
YO SÓLO NO LO HUBIERA CONSEGUIDO. DE ESO ESTOY SEGURO.

MI TIEMPO OFICIAL: 1:07:05
POR MI CRONO: Algo menos: 1:06:34 pero me quedo con
el Oficial. Así tengo más márgen para mejorar.
Puesto: 1195 de 1222. (Consiguieron que no llegara
el último, jejejeje...)

Aprovecho este anexo a la crónica para decir que
no quiero dejar de mencionar a otros muchos que
también estuvieron allí y muy pendientes también
de cómo me iba anes, durante y después de la carrera.
Piedad, Micenas, Beni, Marcos, Josero que vino terminada
la carrera para tomar unas cervezas con nosotros.
Volvía de correr una carrera de ultrafondo de 100
kilómetros. viéndole... ¡cualquiera lo diría!

Lo que no me perdono es que no tuviera la lucidez
suficiente para hacernos una foto los tres. Esto
lo digo por Bebeto y José Luis. Lo siento de veras.
Ni me acordé de la cámara terminada la carrera.

Mi regreso a las carreras no pudo llevar mejor firma
que la vuestra. ¡Menuda escolta tuve!

Muy contento. Feliz diría. Muy satisfecho.
Gracias y saludos para todos.

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Originalmente publicado el 03 de Julio de 2008
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Crónica de la XXII San Antonio de la Florida





Domingo 15 de Junio de 2008


La mañana se presentaba cubierta. Un buen annuncio para mi gusto
de que iba a ser una carrera sin la solana que tanto temo y tanto
me aplatana. Aunque algo bochornosa, eso sí.


Llegada al lugar de los hechos más que justa de tiempo. Se me
complicó la salida de casa. Se me pegaron las sábanas más de
lo deseado. Llegar, recoger el chip y entregar la mochila fue
todo uno. Sin apenas haber calentado más que lo que corrí desde
la boca del Metro, cuando apenas faltaban unos minutos para dar
la salida, recibí el saludo matutino de quien llevaba un buen
rato buscando: Bebeto. Se me abrió el cielo al verles a él y a
José Luis. Ya daba por hecho que tendría que correr sólo.
Quedé con ellos a las 09.30 y no cumplí.


Desde el primer minuto, ya me dieron consejos para allanar los
nervios previos. También alivió la tensión encontrar por allí
antes de la salida a Marcos, Micenas y Piedad.


Aviso previo a la salida. Me preguntan Bebeto y José Luis que
qué marca tengo en 10.000. Yo que no he hecho ninguno, les comento
que en 5.000 empleo 30 minutos raspados. ¡Y eso acordándome
del 5.000 que hice en el Ekiden hace dos años!
Desde que empecé a correr el 27 de Abril de este año,mi entrenamiento
más largo había sido de 4.000. Eso no lo sabían ellos.
Aunque quisiera ver esta carrera como un entreno, mucho me iba a
costar quitarme el miedo de encima.


Y ya que de miedo hablo, mi mayor miedo esa mañana era la maldita
cuesta que subía a la Glorieta del Maestro. Entre 600 y 700
metros cuesta arriba tiene la "amiga". Cometí el error de ir
predispuesto a pasarlo mal en ese tramo las dos veces que
ibamos a tener que pasar por él. Y eso, no debe hacerse.
De esto sólo se da uno cuenta a toro pasado, pero así es.
Lo recalco: ESO NO DEBE HACERSE.


Normalmente soy más positivo que negativo en todo lo que hago
en mi vida. Procuro ver siempre el lado bueno de las cosas.
Mi botella siempre está medio llena, nunca medio vacía.
Pero ese día... ese día reconozco que me porté muy mal.
Me mentalicé muy mal.
Dios y ayuda les costó a José Luis y a Bebeto llevarme hasta
donde me llevaron con sus consignas positivas.


Lo primero que hice antes de empezar la carrera fue cumplir con la
promesa que había hecho semanas antes. Dije que llevaría a Najat Tijani
conmigo, y así fue. La llevaba en forma de lazo azul celeste que me
coloqué en el hombro izquierdo de mi camiseta. Ahí fue conmigo
durante toda la carrera.


Llegó el momento de la verdad…
Se oyó un aviso para ir colocándose en la línea de salida. Tragar saliva
y aumentar los nervios fue todo uno. Un vistazo al pilsómetro me hizo decirle
a Bebeto: “Mira, todavía no hemos empezado y ya estoy a 100” Más de 100
indicaba mi pulsómetro.


Pistoletazo y caminando hasta el arco de salida por la aglomeración. Poco después
del arco, ya se podía decir que habíamos empezado a correr.
Hasta el kilómetro 4 todo muy bien. Con un primer kilómetro en 5:41 que no
dejó de sorprenderme, pero que había que achacar a la fogosidad del inicio de
la carrera. Sabía que poco a poco aquello no tardaría en ir en aumento de forma
irremediable hasta establecerse en mis tiempos de entre 6 y 7 minutos.


Justo en el kilómetro 4 empezaba la primera subida de la cuesta que llevaba
a la Glorieta del Maestro. Tal como la esperaba, tremenda para mis piernas.
No estuvo mal en lo que al crono se refiere: 6:19. Pero en cuanto a sensaciones,
terminé tan mal ese kilómetro, que me salté el control del kilómetro cinco.
se me pasó apretar el parcial en el crono. Hasta el kilómetro 6 no me di cuenta.
El alivio que encontré al allanarse el terreno e incluso descender para tomar
la recta del Pº de la Florida y la prolongación con Avda. de Valladolid, me
hizo recobrar las esperanzas de terminar más o menos bien.


Nada más pasar ese apuro, ese obstáculo, lo primero que hicieron José Luis y
Bebeto fue preocuparse de conseguirme agua en uno de los avituallamientos.
No me dejaron ni acercarme. Cogieron un par de botellas, tomé unos tragos
de una de ellas para enjuagarme la boca solamente y echarme algo por encima
de la cabeza. No estoy acostumbrado a beber corriendo y sé lo que me puede
pasar. La cosa puede terminar en vomitona. Me deshice de la botella y José
Luis se encargó de llevarme la otra para cuando me hiciera falta.


Y volviendo a lo de las esperanzas…
Pero sólo era un espejismo. Pasado el Klm 6, la fatiga se estaba empezando
a apoderar de mis piernas. Bebeto y José Luis de vez en cuando me preguntaban
cómo iban mis pulsaciones. Yo les iba diciendo: “145”, “140”, “150”… Creo
que a partir del kilómetro 6 ó 7 ya sólo era capaz de decir “40”, “45”… No era
capaz de hablar mucho más. Había que ahorrar energías.
Nunca he sido de hablar mucho corriendo. No suelo ir tan sobrado como para
esos lujos que otros pueden permitirse.


A la altura del K 6 estuve mucho tiempo sin hablar y tratando de recuperar
un aliento que no sabía dónde se me había quedado. Entonces Bebeto me
preguntó: “¿En qué piensas?” Mi sinceridad no podía ser más rotunda: “En los
4 kilómetros que quedan”. Me contestó: “Ese pensamiento no es bueno. Fuera
con él. Piensa en los 6 que ya llevas hechos, Ahora no quedan cuatro, queda el
7, y después el 8… y la meta a un paseo” Algo así me dijo. Y tenía razón.
Pero la idea de que se acercaba el suplicio de tener que subir de nuevo aquella
maldita cuesta podía más.


Y llegó el K 8. Nuevo remojón para quitarme los malos pensamientos. Se terminaba
la Avda. de Valladolid. Se terminaba la buena vida. José luis ya no sabía cómo
infundirme ánimos para no desfallecer. Acabábamos de rebasar a alguien y no
se le ocurrió otra cosa que decirme: “¿Quién te iba a decir que después de
8 kilómetros de carrera ibas a adelantar a alguien? ¿Eh?” No pude por menos que
sonreir. “¡Vamos! Pero si esto no es adelantar… Prácticamente estoy andando”
Y era verdad. “De andando, nada. Has adelantado a alguien y punto. Objetivamente
es así.” Me contestó Bebeto.


Giramos al final de la llana Avda. de Valladolid. Empezaba la cuesta maldita.
Con qué miedos la afronté esta vez. ¡Qué mal iba! “Vamos, levanta esa cabeza” me
decía Bebeto. “Tranquilo, que llegamos al 9 y esto ya se acaba. Ya está hecho”.
Y era verdad, pero yo no era capaz de verlo. No se puede subir una cuesta como
Esa con la mentalidad tan negativa que yo llevaba encima. Y sabiendo además
que estábamos a punto de entrar en el último kilómetro.


“¡Vamos, que esto no es nada! La de cuestas más duras que esta que habrás
hecho tú en tu barrio…” me decía Bebeto. Y una vez más tenía razón. Pero la
realidad era que para llegar al K 9 había empleado 7:45. Estaba a punto de sucumbir.
No sé las veces que me tuvieron que oir decir: “No puedo”. No lo sé, pero
cada vez que esas palabras se escapaban de mis labios, ellos me decían “¡Sí puedes!
¡Sí puedes!” Y yo no sé de dónde sacaba fuerzas ya, pero seguía luchando contra
la idea de abandonar. El cuerpo, las piernas me pedían echarme a un lado y dejarles
marchar. No lo estaba pasando bien.


Aunque con menos desnivel, había que seguir subiendo hasta la Glorieta de la fuente
Para dar la vuelta y terminar la carrera bajando. Pero eso que no parecía nada, y
que en realidad no era nada, apenas 500 metros, pudo conmigo. Cada vez que miraba
la fuente me parecía que estaba más lejos. “¿Quién está empujando esa fuente?” le
preguntaba con no poca angustia a Bebeto. Y el se reía.
Y no pude más, tuve que hacerlo, lo confieso. Dejé de correr. Bebeto me miró
asustado. Debió creer que me iba a parar. Y no era eso. Necesitaba andar un poco
para reponerme. Pude andar unos 20 ó 30 pasos con zancada larga para no perder
el tono del todo. Nuevos ánimos de mis escoltas, y reemprendí el trote. Me sentía
mejor para atacar el último tramo.


Conseguimos llegara a la fuente y doblamos alrededor de ella. Apenas quedaban
ya 300 ó 400 metros. Eso y que al ser cuesta abajo, me alivió muchísimo. Bebeto
me propuso llegar a meta esprintando. Yo le sonreí porque pensaba que lo que
no había hecho hasta allí, no lo iba a arreglar ahora esprintando. “¿Puedes?
¿Te atreves?” me decía. “¡Venga!” le contesté. Empecé a darle más vidilla a mis
zancadas. No sé cómo lo hice, pero lo hice. Al verme hacer aquello, Bebeto me
animó más todavía. “¡Vamos! ¡Ahí, levantando esas rodillas, que tú puedes!
¡Que te vean llegar fresco como una rosa!”
Y recuerdo que le contesté “¡Venga! ¡Vamos a contar mentiras, tra-la- rá…!”
Y los tres nos pegamos un esprint de unos 200 metros para llegar a meta.
Unos metros antes de llegar, Bebeto me cogió la mano y
me la levantó en señal de triunfo para pasar así por debajo del arco de la meta.


¡Lo conseguímos, lo consiguieron, lo conseguí! No sé cómo decirlo, todavía
hoy no lo tengo claro. Abrazos de alegría nada más pasar la meta entre los tres
que nos fundimos en uno. Impresionante. No podía expresar mi agradecimiento
con palabras en ese momento.


Pasada la meta, José Luis y Bebeto siguieron preocupándose por mí no dejándome
ni llevar el chip al control de meta. Creo que hasta ellos fueron los que me desataron
el cordón de la zapatilla para sacar el chip. Ni para eso me quedaban fuerzas.
¡Increíbles los dos! ¡Vaya pareja!
“Ya has hecho lo más difícil, que es empezar” me decía Bebeto una y otra vez.
“Verás como a partir de ahora todo será más fácil.” Y sé que tiene razón. Al
menos quiero que la tenga. En esta carrera había muchos miedos y muchos
fantasmas que matar. Creo que sí, creo que ya están todos muertos.


Amigos Bebeto y José Luis, gracias. Por acompañarme, ilusionarme,
motivarme y alentarme. Sin vosotros no habría podido.


Sé positivamente que la próxima carrera será de otra forma. Lo sé.
Y una buena parte de ella, os la dedicaré a vosotros si es que no la
corréis conmigo.


Gracias, amigos.

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Originalmente publicado el 2 de Julio de 2008
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jueves, 15 de mayo de 2008

FOTOS MAPOMA 2008 (4)



FOTOS MAPOMA 2008 (3)





FOTOS MAPOMA 2008 (2)





miércoles, 14 de mayo de 2008

FOTOS MAPOMA 2008 (1)





Mi crónica de MAPOMA 2008


42.195 metros, dan para mucho. Y por fuerza tiene que ser así.

Esa mañana, yo salía de trabajar apenas dos horas antes del pistoletazo de salida. Me había tocado hacer el turno de noche, y por mucho empeño que pusiera, difícil me iba a resultar estar presente en la tradicional sesión de fotos previa a la carrera, e incluso en la salida misma.

Tal vez si hubiera ido solo, hubiera hecho el esfuerzo, pero no era el caso. Mi hija pequeña, Miriam, de ocho añitos tenía ilusión por acompañarme a ver la carrera. Así me lo había dicho días antes. Creo que un poquito envenenada con todo esto la tengo ya. Todo lo que oye comentar a su padre acerca de las carreras populares, y la cantidad de amigos que se mueven en ellas y que tengo la fortuna de conocer, ha hecho mella en ella.
Creo que a esto se lo llama hacer doctrina. Y yo tengo la sensación de haberla hecho. Más adelante comentaré por qué.

Lo que tampoco podía hacer era someter a un madrugón a mi pequeña, que sabía que la noche anterior se había acostado tarde, ni hacerla pasar de cabo a rabo las cinco o seis horas que hubiera supuesto seguir el Maratón de un punto a otro durante toda la mañana del Domingo, máxime con el calor que sabíamos que iba a hacer. El resultado hubiera sido el contrario al que buscaba. Podría haber conseguido que terminara odiando las carreras populares y todo lo bueno de ellas que a mí me había oído contar tantas veces.

Yo me conformé con ver en casa la salida por televisión. Los dos años anteriores, debido a sendas operaciones de mi pie, también fueron así. Pero esta vez la diferencia estaba en eso, en que ahora podía verla con los dos pies en el suelo y no con uno de ellos en alto.
Las sensaciones fueron las mismas. Se me saltaban las lágrimas y no exagero. Sentí cómo se me erizaba la piel al ver aquello. Lo juro. Me sentí allí. Alí mismo, y con los que estabais allí. Y me alegré de ver que esto no ha cambiado por duros que hayan sido los tiempos para mí en el intervalo transcurrido desde que disfruté con vosotros de todo esto por última vez.

Ya levantada y lista Miriam, a eso de las diez de la mañana, con todos los preparativos listos, gorras, agua, cámara de fotos y un interesante folleto impreso, aportado por Pablo unos días antes en el foro, que hablaba sobre el recorrido del MAPOMA y su correspondencia con diferentes estaciones del Metro, nos pusimos en marcha. Hice mis cálculos y tras ver varias opciones, decidí que lo más adecuado era que nos situáramos en algún punto kilométrico donde nuestra presencia pudiera ser más motivadora para vuestras castigadas piernas y vuestros maltrechos cuerpos. Un kilómetro en el que ver una cara amiga, una cara conocida, pudiera ser aliciente para sentir ese subidón que tanto se puede necesitar a esas alturas de la carrera. ¿Y qué mejor punto que los cinco o seis últimos kilómetros?
Tras examinar el folleto de la carrera, decidí que un buen punto de encuentro podía ser donde estaban situados los kilómetros 36, 37. Esto era a la altura del Paseo de las Delicias. Salimos en la estación de Delicias y vimos a cuatro pasos el lugar por donde pasaba el Maratón. Miriam iba entusiasmada. Yo, no hace falta que diga cómo iba. Creo que hasta me temblaban las piernas.

Eran más o menos las 12 del mediodía para entonces. Nuestro Josero, “el joven Jedari”, ya había llegado a meta. Así de intratable es el amigo. Tengo entendido que llegó a meta pidiendo perdón. Llegó diciendo: “No, si yo no quería… Ha sido sin querer… Yo no salí a correr este Maratón para hacer este tiempo… Perdón, ha sido sin querer…”
Esto por supuesto es una broma mía, pero es lo que le comenté al bueno de Josero días más tarde por teléfono. Y sin embargo recordad que más o menos decía esto unos días antes. Decía que no iba al Maratón con pretensiones. ¡¡2:58 que se hizo el amigo!!¿Qué os parece? Sin querer. ¿Qué no hará cuando salga con pretensiones?

Mi pequeña aguantó como una heroína el paso del tiempo y de los corredores y los rigores del sol hasta ver la primera cara conocida. Entonces me di cuenta de lo curioso que es que los que corren, por increíble que parezca, tienen más fácil ver a los que les contemplan desde los márgenes del recorrido, que a nosotros los espectadores localizar a alguien que está corriendo. Con las dos primeras caras conocidas me pasó esto. Pero vamos por orden…

Nada más llegar allí, el ambiente me pudo. Cuando nos colocamos en la cinta que delimitaba la línea del público, intenté dar los primeros gritos de ánimo. No pude. Se me hizo un nudo en la garganta. ¡¡Y no conocía a nadie de los que veía!! Y aunque a mis ojos eran todos anónimos, todos y cada uno eran compañeros. Pero era increíble. Me vi incapaz de pronunciar palabra. Mis ojos sí que debían de hablar por sí solos. Y lo que sentía en el pecho, indescriptible. Sólo con mis palmas era capaz de dar rienda suelta a todo lo que bullía por mi interior. Aquello era maravilloso.

Pasado un buen rato ya pude reaccionar. Me hice oír. Y me alegro, porque era ese un punto bastante silencioso. Y eso me daba rabia. Miriam alucinaba con todo lo que veía.
Me decía: “Papá, ¿es que les conoces a todos?” Jajajaja… Yo me tenía que reír.

De pronto, pasados unos minutos, alguien se detiene delante de mis narices para saludarme. Era Miguel, mi compañero de trabajo. Mi mentor. El culpable de clavarme el aguijón para volver a este mundillo. Al menos para intentarlo. Sudando, sofocado, y haciéndome sentirme culpable por tenerle allí parado comentándome cómo le iba. Yo empujándole a seguir y él allí parado explicándome. Gracias Miguel. Tú me viste, no yo a ti. La verdad es que sin el uniforme, y vestido de atleta ganas mucho. Choque de manos y a seguir… Terminaría con 3:43. Sé que no es su tiempo, pero aquél calor le fundió los plomos. Como a muchos.

Sólo unos minutos después me volvió a ocurrirme lo mismo. Alguien se volvió a detener delante de mí… “¡¡Pepillo!!” ¡¡Era Pablo!! ¡¡Dios, qué emoción!! Choque de manos. Otra vez a sentirme culpable. Sé lo que puede ser pararse a hablar con semejante esfuerzo a las espaldas. ¡¡¡Qué detalle, te marcaste, Pablo!!! ¡Cómo me alegró verte y que me vieras!
Pablo terminó con 3:52:56. En palabras suyas, esos 4 segundos se los trabajó a fondo, jajaja… Seguro que sí.

Y seguían pasando corredores. La fiesta seguía su curso mientras oía sirenas que luego supe lo que eran. Luego supe de lo que había ocurrido a poco más de un kilómetro de allí. Una corredora había desfallecido necesitando atención médica. Unos días más tarde, por desgracia falleció en el H. Gregorio Marañón. Duro tributo por sentir esta afición. Cosas así no deberían ocurrir.
Pero volviendo a la carrera en sí y a aquellos momentos que vivimos mi hija y yo, pude ver cómo mi pequeña se iba integrando poco a poco cada vez más en la fiesta que era el paso de los corredores por donde estábamos. De pronto, ni corta ni perezosa, traspasó la línea del paso de carrera para extender su mano y chocarla con todo aquél que pasaba cerca de ella. Era gracioso verla porque los había que se desviaban un poco con tal de chocar su mano con la de Miriam. Aquél gesto simpático de ella me emocionó y mucho. De esto, hay unas cuantas fotografías que dan testimonio de esos momentos. Tan pronto las tenga colocadas por algún sitio, avisaré de ello.

A eso de la una de la tarde, cuatro horas después de iniciarse la carrera, volvió a producirse el milagro de que me vieran a mí antes que yo a alguien de los que corrían. Oí que alguien me decía: “¡Pepe! ¿Qué tal? Mira, ahí viene la loca…” No era otro que mister Krismaran, que señalando para atrás y sonriendo, me indicó por dónde venía Sylvie. Ahí estaban los dos separados por apenas unos metros. Saludé a ambos y ahí empezó mi locura. No sabía con quién de los dos compartir unos metros de trote. En un momento, lo resolví. Miriam tomó de la mano a Sylvie y fue con ella. Sor sonrisa, estaba como siempre: feliz. Se la ve siempre eternamente feliz. Y su felicidad es contagiosa. Iba escoltada por alguien más pero no supe reconocer a nadie. Que me perdonen.

Yo, me escapé con Krismaran por delante y pude compartir con el unas cuantas zancadas. Pudieron ser unos doscientos metros, tal vez algo más. Pero hubiera podido seguir muchos más. Hablamos un poco y en esto que oí los gritos de Sylvie llamándome la atención por Miriam que iba tan contenta. Tenía miedo de que la pobre no pudiera correr por más tiempo. Entonces me paré y me di la vuelta para recoger a Miriam que estaba disfrutando como nunca. No creía que iba a aguantar tanto. Tiempo después me ha demostrado lo que puede aguantar, pero eso es otra historia.

“Pobrecita, que va a terminar reventada” me regañaba Sylvie. Abracé a Miriam y ya me despedí de ellos y los dejé marchar. Con envidia, con rabia, pero contento. Muy contento por haber conseguido verles.

Unos minutos después, el caso fue distinto. Fui yo quien vio y reconoció a alguien por una vez. Ni más ni menos que a Eva. Su nick creo recordar que era Evaruner. Pletórica como siempre. Esta mujer es nacida para correr. Me acuerdo que en tiempos, era rara la carrera en la que no corría ella. Se apuntaba a un bombardeo esta mujer.
Pude saludarla y se detuvo un poco para estirar. Tenía mucha necesidad de ello.
¡Eva, qué bien te vi! Otra que va con la sonrisa permanente sufra lo que sufra. Espero verte en otras.

Después de eso nos quedamos por allí un rato. Tomé una foto del IPOD que un espontáneo sacó a la calle con un alargador desde su balcón y lo colocó encima del techo de un coche. Entonaba ese “Aleluya” que ponía los pelos de punta al más pintado. Unos minutos después nos fuimos al Metro para trasladarnos al Retiro a ver lo que pudiera y dudando mucho de encontrarnos con alguien conocido. Miriam, tengo que decirlo otra vez, iba contentísima. Y yo por verla así, también.

Cuando llegamos al Retiro aquello ya estaba tocando a su fin. Como suponía no nos encontramos a nadie conocido, ni tenía posibilidad de contactar con nadie porque no llevaba el teléfono.
Sonreí pensando que aquél era vuestro momento. El de disfrutar de haberlo conseguido y me imaginé cómo debíais de estar pasándolo. Tuvimos la oportunidad de ver llegar a Meta a alguien que creo que llamaban el abuelo de MAPOMA. Un hombre que ha corrido las 31 ediciones de MAPOMA. Llevaba una camiseta con el dorsal 30 por los 30 MAPOMAS que llevaba a sus espaldas. ¡Qué ejemplo! Me dejé las manos aplaudiéndole.

Y ya sólo un paseíllo por el Retiro y llevar a Miriam a alguno de los parques de juegos que hay allí. Se lo merecía. Merecía disfrutar ella un rato con sus juegos.
Luego nos fuimos a casa. Ella feliz por acompañarme y ver aquello, y yo feliz de haberlo visto y que ella estuviera allí conmigo para verlo. Se lo pasó bien.

Hay otras muchas sensaciones de aquél día que no tengo más remedio que dejar en el tintero, porque es imposible describirlas y no quiero someter a nadie a pasar más rato leyendo esta crónica. Todos sabéis de sobra de las cosas de las que hablo. Y ahora… a soñar… a soñar de nuevo con ese MAPOMA. Esta vez es el MAPOMA 2009. Tan lejos y tan cerca. A soñar con él… ¡¡¡Voy a por ti, MAPOMA 2009!!!

Un abrazo para todos los que pude ver y para los que no.
¡Qué buena jornada pasé! (¡Pasamos!) ¡Gracias a todos, campeones! ¡Y enhorabuena!

miércoles, 23 de abril de 2008

¿Acaso tendré miedo?



Recientemente he hablado y lo sigo haciendo, con un compañero de trabajo que comparte esta afición por el atletismo popular con nosotros. Y más concretamente por el Maratón.

Lleva en sus piernas un buen cirriculum de MAPOMAS y Medios Maratones de Madrid y San Silvestres. Es decir que experiencia no le falta. Se llama Miguel y para más abundancia tenemos amigos de esta afición en común. Entre otros diré que conoce a Kike, y a Emilio Comunero. Por eso cuando hablamos de todo este mundillo de las carreras populares, a mí, irremediablemente se me hace la boca agua. Y él lo sabe.

No son pocas las veces que me ha animado a retomar las zapatillas.

El caso es que hace pocas fechas, después de correr el último Medio Maratón de Madrid, me picó tanto tantísimo comentándome cómo le fue la carrera, que no pude por menos que llamarle un poco después por teléfono empezada ya mi jornada de trabajo.

Y no era para otra cosa que para darle las gracias.
Sí, porque desde que me subí al coche en el que hago la patrulla, hasta que llegué a mi primera parada del día, me pasé el trayecto reflexionando sobre qué podía ser lo que me pasaba. Y llegué a la conclusión de que tal vez lo que tenga sea miedo. Miedo a ver a los médicos que me podrían dar la solución a este parón en el que me encuentro. Miedo a que me digan sobre todo, que me olvide de este deporte que tanto quiero. Miedo a que tal vez no tenga solución lo de mi pie que es lo que me hace tener cierto reparo a ponerme las zapatillas para intentarlo siquiera una sola vez.

Y me planteé si ese miedo del que tal vez no me había dado cuenta hasta ahora es el que me impide acudir al médico para ver qué salida puede tener esto. Por eso, cuando le llamé a mi compañero Miguel, además de darle las gracias por abrirme los ojos a algo que hasta ese momento no había sido capaz de ver, le hice la promesa de ir al médico de cabecera tan pronto me fuera posible para pedir cita para el traumatólogo.
Sí, se lo prometí. Y así lo hice días después. Pasé por la consulta y tengo cita para el traumatólogo, el próximo 25 de este mes.

En cuanto me dieron el volante para el médico de cabecera fui expresamente a ver a mi compañero Miguel para enseñárselo y para darle de nuevo las gracias. Ahora tengo la promesa en el aire de que si todo va bien, le debo una trotada juntos del mismo modo que la tengo pendiente con Josero, con Tetovic y tantos más.

Por todo ello quiero mandar desde aquí un saludo a Miguel y un fuerte abrazo por haberme hecho recobrar la ilusión y las ganas por volver a intentarlo. Gracias, compañero.

Esperemos acontecimientos.

viernes, 18 de abril de 2008

Agua de borrajas



“En Abril, aguas mil”. Eso reza nuestro refranero.


Sería antes, porque lo que es a día de hoy… Ni en la sombra se parece este mes de Abril a lo que fueron antaño. A la vista está la pertinaz sequía que nos acucia y que a no mucho tardar, nos empezará a pasar factura poco antes del verano, si no lo está haciendo ya.


Recuerdo aquellos meses de Abril frescos y caudalosos. Hace pocos días, cayó en Madrid una importante cantidad de agua. No voy a decir que fue una tromba, pero sí algo más que una simple lluvia. Me pilló regresando del trabajo, y contra lo que es mi costumbre, de la impresión que me dio ver caer tal cantidad de agua, apagué la radio que suelo llevar a un volumen bastante elevado.


Oír el repiqueteo de esas gotas de agua golpeando el techo del coche, y ver cómo los limpiaparabrisas no daban abasto, era todo un espectáculo. Merecía la pena ser disfrutado. Tan sólo fueron unos minutos, pero unos minutos en los que se podía perdonar hasta el caos circulatorio que se originó. ¿Acaso nos pasó lo mismo a todos los que estábamos circulando en ese momento? ¡Quién sabe!


El caso es que de poco sirve una lluvia así si a las pocas horas ves lucir un sol esplendido como el que lució. Y de la lluvia no se ha vuelto a saber nada. Sin una continuidad, esto va de mal en peor. Pero al menos pude inmortalizar ese momento. Me quedo con él, porque no sé cuando volveré a ver otro igual.


Saludos.
Aquí sigo con mis monólogos interiores.

miércoles, 9 de abril de 2008

¡Silencio! ¡No me interrumpan!




Perece la noche,
resucita el nuevo día,
con derroche,
inundando de vida
cada rincón,
cada calle,
cada alcoba,
cada perspectiva.

Cada rincón, que en la penumbra de un callejón acogió el abrazo y el verso furtivos. Quizá hasta prohibidos, pero siempre de amor.

Cada calle, que ya va haciéndose eco de las voces de los niños camino del colegio. Del deslizar de los cierres metálicos que los tenderos suben con energía para comenzar la jornada. Del rechinar de neumáticos que apuran semáforos.





Cada alcoba, en la que durante la noche que todo lo oculta y que todo lo cobija haciéndose cómplice, se desarrolló una hermosa batalla de amor, de besos, de abrazos,de pellizcos, de caricias. De gemidos y hasta de risas. De sudor, vapores y néctares prodigiosos. De dulces momentos que desembocaron en desbocado éxtasis.





Sale el sol. ¡Silencio! ¡No me interrumpan! Me gusta contemplar la vida desde mi balcón a primeras horas de la mañana; cuando esa media luz me habla, me susurra de lo que pudo haber apenas unas horas antes. En cada rincón,en cada calle, en cada alcoba.





Comienza el día y se cierra un círculo más. Se cierra un círculo de un ciclo que nunca termina. ¡Silencio! ¡No me inerrumpan!

sábado, 22 de marzo de 2008

Al rescate de la cordura

Y lo hizo. Se terminó el año 2007. Y empezó 2008. Y pasó Enero. Pasó de largo como un suspiro. Esto, dicho siempre subjetivamente y apreciado desde mi propia óptica, y desde el ritmo de vida que llevo, que por otra parte no creo que sea muy diferente del de muchas y muchos. Un ritmo de vida que a finales del año pasado me había propuesto no seguir llevando, pero que se impone contra la voluntad de uno por mucho que uno se resista.

Y llegó Febrero. Aún siendo bisiesto este año, pasó delante de mi vista con la misma ligereza que Enero.Mediaba Febrero cuando estuve a punto de escribir las primeras líneas de este año en mi libro de bitácora. Iban a ser unas líneas que hubieran hablado de la decepción que me producía el darme cuenta de que nuevamente tenía que resignarme a un ritmo de trabajo que ya el año pasado me absorbió sin piedad – más de lo que es medianamente recomendable -, y que me había propuesto que este año no me volviera a ocurrir. Pero ha ocurrido. Eso es lo cierto. Y no le veo visos de que vaya a cambiar.

En Diciembre me había hecho la promesa de que este 2008 iba a ser un año de reencuentros. Y lo dije. Un año en el que me propondría sentir que verdaderamente soy yo el que pasa por la vida en vez de sentir que es la vida la que me pasa por encima como una apisonadora. Pero no, una vez más veo que no ha sido ni va a ser así.Rencuentros de muchas clases eran los que me había propuesto llevar a cabo. Con personas, sobre todo con amigos y familiares. Con aficiones, con ilusiones, con proyectos… ¡Qué sé yo!

Y comenzó 2008. Un año que nos ha marcado profundamente a la familia no habiendo hecho más que comenzar. Un año este bisiesto 2008 que es de esos que se te quedan grabados para el resto de la vida con nombre propio. Uno de esos años que cobran especial relevancia más por lo que te quita que por lo que te da o por lo que logras.

Mediaba Enero cuando yo incluso tenía hechas unas fotos de las yemas de los almendros que se preparaban para reventar en cualquier momento para anunciar una Primavera que se mostraba cercana y prometedora. Un período en el que uno ha de suponer que es cuando se renueva el ciclo vital de todo. Un renacer, un recomenzar. Pasaron los días y las semanas y yo sin poder sacar hueco para mostrar esas fotos ni hablar de lo que ahora estoy hablando.

Pero no, el destino tenía guardada otra clase de realidad para todos nosotros en casa. Fue cuestión de horas pasar de unos deseos de hablar de esa incipiente Primavera anunciada por los cada vez más numerosos almendros repartidos por la ciudad, que te estimulan para ver las cosas con renovado optimismo, a tener la esperanza de retomar con nuevos bríos las riendas de las cosas que tienes abandonadas, a caer en la más absoluta oscuridad vital. Como digo, cuestión de horas pasar de una cosa a otra.

Ese oscuro y profundo abismo que se abre entre lo que uno desea y lo que realmente nos impone la vida, se abrió ante nuestros pies una tarde de Febrero. El 17 concretamente, a eso de las seis y media de la tarde, sonó el timbre del teléfono como tantas veces. Sin embargo, ojalá nunca hubiera tenido que sonar. Ojalá nunca hubiera tenido que ser descolgado. Ojalá no hubiera habido que escuchar por él las palabras que ojalá nunca hubieran tenido que ser pronunciadas.

La paz del Domingo quedó quebrada como frágil cristal en cuestión de segundos. Un Domingo en que como pocas veces podíamos estar juntos los cuatro por aquello de que no todos los fines de semana puedo librar. La voz de mi mujer que fue la que cogió el teléfono empezó a romperse entre preguntas sobre algo que era incuestionable. Era nuestro sobrino Daniel, de Alicante. De su boca tuvo que escuchar Isabel palabras que le parecían tan irreales como aberrantes. Y por irracionales que parecieran no había más remedio que asumir y que digerir. Con no poca preocupación la pregunté qué ocurría. Al verla levantarse como un resorte del sofá y preguntar de aquella manera entrecortada y alzando cada vez más la voz, quedaba patente que algo grave ocurría. Intuí que era una de esas cosas que uno no desea escuchar jamás. Aguardé a que colgara el aparato con impaciente inquietud.

- Mi hermano, mi hermano… – me decía.- ¿Qué…? ¿Pero qué ha ocurrido? – preguntaba yo tomándole las manos.- Mi hermano… - no le salían palabras. Y es que hay palabras que son impronunciables. Palabras que ni debieran ser dichas, pero que uno teme hasta cuando no suenan porque sabe que son justamente las que vas a terminar oyendo.- Mi hermano ha fallecido… - Isabel se rompió y la sujeté con más fuerza si cabe las manos.- ¡¡¿Qué?!! – pregunté incrédulo. Aquello no era real. No estaba ocurriendo… Pero sí… estaba ocurriendo….- José Luis… ha fallecido en accidente de tráfico… Mi hermano… mi hermano…

Y a partir de ahí, todo lo que cabe suponer. Las niñas estaban en casa y enseguida se dieron cuenta de que algo grave ocurría.Recuerdo ahora que hasta la perra, que estaba tumbada en la alfombra del salón plácidamente, se levantó inquieta y comenzó a ladrar desaforadamente y a saltar sobre unos y otros. Hasta ella se dio cuenta de que algo había roto la tranquilidad de aquél fatídico Domingo.Los llantos se dispararon en los cuatro en cuestión de segundos. Todo era caos e incomprensión ante algo que nos parecía irracional. Los “¿por qué?” comenzaron a surgir de nuestras gargantas con angustiosa cadencia. Nos abrazamos los cuatro. No sé cómo decirlo pero era como si al mismo tiempo aquello no estuviera ocurriendo, pero estaba ocurriendo. Así son estas cosas. Así de crudas e irracionales.

Sólo mes y medio habíamos estado todos juntos en casa como cada Navidad, incluso con una boda de por medio y ahora aquello no era más que historia. Todo habían sido risas y alegría, y ahora, todos rotos.

Como pudimos, comenzamos a pensar en los familiares de los que uno es capaz de acordarse en esas circunstancias, para hacer tan odiosa llamada.

La vida te da y te quita cosas. A mí me ha quitado de cuajo más de 20 años de conocer a un cuñado entrañable. Una persona alegre y optimista como pocas. Una persona que profesionalmente fue un ejemplo a seguir. Padre y esposo ejemplar que adoraba la vida familiar y que sabía rodearse de amigos en un trato que ahora muchos han comenzado a valorar en su justa medida y que ya han comenzado a echar de menos. Alguien con quien siempre tenías unas risas aseguradas. Era alegría contagiosa. Todos hemos perdido mucho, pero como tantas veces, uno no termina de darse cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde.

Como le dije a mi hija Ana en aquellos primeros duros momentos de incredulidad, esta es de las cosas que le paran a uno los pies de golpe y le ponen en su sitio. Especial puñalada trapera del destino para ella porque era su padrino. Puñalada trapera al fin y al cabo para los cuatro, que sentimos como se nos clavó a todos a la vez.

José Luis, dejaste huella. No te quepa duda. Nunca fallecerás del todo porque para quienes te queremos – y digo bien, “te queremos” porque aún no nos podemos creer que ya no estés entre nosotros -, y te recordamos, siempre estarás vivo. Más vivo que nunca. Tu voz, tus risas, tus anécdotas, tus vivencias, tu generosidad y ¿por qué no?, hasta tus momentáneos enfados, que bien pocos eran, quedarán para siempre vivos y latentes entre nosotros.

Ahí están tus hijos Irene y Daniel para recordar y revivir uno tras otro todos esos momentos, muchos de los cuales hemos tenido la fortuna de compartir.
Ahí está tu esposa Mati, para mantener fresca tu memoria y tu recuerdo, pero sabiendo de la fortaleza que será necesaria para seguir adelante.

Yo por mi parte, José Luis, vuelvo a decirte lo que te dije por última vez en aquél frío lugar en el que nunca debiéramos habernos reunido y que ojalá nunca hubiera tenido que decirte. Al menos, sin que pudieras oírme:

José Luis, gracias.

jueves, 7 de febrero de 2008

Deliciosa ración de tarta de cumpleaños para...

... quienes tengan a bien visitar este rinconcillo personal.

Deliciosa tarta de cumpleaños

24 de Agosto de 2007...

sábado, 2 de febrero de 2008

De mi pasado cumpleaños ( 24-08-2007 )

Apagando velas... pidiendo deseos... agradeciendo lo recibido en estos años...
dando carpetazo a una edad... y abriendo la carpeta de la nueva unidad de decena...