lunes, 18 de abril de 2011

Zoología del Maratón ( y III )


Nota: Antes de leer esta entrada, se ruega leer las dos anteriores con el mismo titulo y por su orden. Gracias. 

Escuchas una cuenta atrás allí delante y… ¡Pistoletazo de salida! Aún no puedes moverte del sitio. Tardarás en hacerlo. La cantidad de corredores que hay delante de ti es inmensa. Pero tú sientes como si ya estuvieras corriendo y no dejas de saltar para no enfriarte. Por fin puedes dar unos pasos, luego ya un ligero trotecillo que gradualmente irá en aumento. Después de unos minutos ya puedes decir que estás en marcha y corriendo. Las mariposas de tu estómago se van aplacando. Ahora, lo que sientes es que estás en una nube. Todo lo que ves, tiene su puntillo de irreal. Porque alguna vez has podido verlo desde fuera y como testigo. Pero ahora lo estás viendo desde dentro y como protagonista. ¡Porque tú eres el protagonista! Ya no eres ningún invitado. ¡Eres el artista principal de aquello por lo que tanto has luchado!

Van pasando los kilómetros… Tardas en dejar de sentir que estás en una nube. Van cayendo los primeros kilómetros con una comodidad insultante. Algo que por otra parte es engañoso y hay que saber controlar. En ningún momento debes dejar de pensar que estás corriendo un Maratón y no un diez mil o un Medio Maratón. Si no controlas eso, puedes acabar pagándolo caro más adelante, Ritmo regular y constante. Sin alardes. Quieres terminarlo y puedes conseguirlo si controlas eso. Cabeza, cabeza, recuerda… Hasta el diez y hasta el veinte, te ves siendo el mismo de siempre. Te ves fuerte, seguro, capaz. Recuerda que hay algo infalible y es que a partir del treinta, es cuando empieza el Maratón. Y para eso, aún faltan diez. Dosifica las fuerzas, mantente firme pero siempre con cabeza. Te queda más de la mitad de la carrera. Y depende de cómo lo hagas a partir de aquí, para que siga siendo una fiesta o deje de serlo.

Te sitúo ya en el kilómetro treinta. Sé que eso es mucho correr, pero debo abreviar un poco. Ahora notas que tus fuerzas no son las mismas. Estas pisando terreno que ya es desconocido para ti. Traspasas una frontera nunca alcanzada hasta ahora por tus piernas. Empiezas a ver lobos y tiburones en cada recodo, que se empiezan a alimentar sin piedad de tu cansancio. Mal que bien, si te empeñas, logras darles esquinazo. Te sigues manteniendo firme. Llegas al mítico kilómetro 32. Sólo han pasado dos kilómetros, pero te han parecido algo más que eso. Los diez que quedan, también tienen otra dimensión. Es como si tuvieran un metraje distinto, un extra que los hace más largos. Has de ser valiente a partir de ahora. El Maratón acaba de comenzar para ti.

Dicen los entendidos que en el K32 es donde habita “el tío del mazo”. Algunos consiguen ni verlo. Yo soy de los que dicen que existe. Lo vi. De ti depende no verlo y darle un rodeo. Es implacable. Logra hacerte ver las cosas muy pero que muy negras si le dejas hacer lo que se propone. Tus pensamientos positivos han de ponerse en marcha a pasos más agigantados que tus zancadas. Sólo así conseguirás seguir adelante.

Estás en el kilómetro 35. Sientes pirañas mordiéndote las piernas. Vas agotando las fuerzas que te han mantenido para llegar hasta ahí. Y a partir de ahí has de tirar muy mucho de tu garra y de la reserva que te queda de voluntad y cabeza. Es fácil decirlo, pero hacerlo… sólo lo sabe el que está en la situación y ha llegado hasta ahí. ¡A tirar de nuevo de pensamientos positivos! Pensamientos que te motiven. Dale la importancia que merece a lo que has dejado atrás y no a lo que te queda por delante. ¡Piensa en eso! Sólo quedan siete kilómetros… Piensa: “¿Cuántas veces no habré hecho yo siete kilómetros entrenando?” ¡¡Muchas!! ¡¡Infinidad de veces!! De acuerdo, estos siete kilómetros no son los mismos de otras veces. No, no lo son. ¡Claro que no lo son! Pero siguen siendo sólo siete. Y son los que te separan de la gloria que has venido a buscar. ¿No merece la pena vencerlos? ¡Claro que sí! ¡A por ellos!

36,  37,  38… No, no te voy a decir que lo tienes hecho. Esa es la apariencia. No te voy a engañar. Ahora son hienas las que sientes mordiéndote los talones y desgarrando la alegría que te había acompañado hasta aquí. ¡Sé positivo! ¡Sacúdetelas de encima! ¡Enséñalas quién eres y con quién se la están jugando! ¡Tú puedes! Siempre hay alguien que te está esperando en la Meta. Métete eso también en la cabeza.

39… Las hienas quedan atrás. Ahora lo que vas a encontrar dinosaurios que descargarán sobre tus hombros todo su peso, dragones que te lanzarán llamaradas desde cada esquina. Incluso desde el suelo si el día es caluroso. Es cierto, parece que no tienes piernas ni para mantener tu propio peso… Piensa que como todo, es sólo una sensación. ¿Y dónde están las sensaciones? ¡En la cabeza! Esa es la que debe empezar a correr ahora, y no tus piernas. ¡Cabeza, cabeza, cabeza…!

Tres kilómetros para la gloria. Incluso menos y te diré por qué. Repítete la pregunta de antes. ¿Cuántas veces no has corrido tres kilómetros en tus entrenamientos? ¿Cuántas? Visualiza la meta, visualiza lo que son tres kilómetros en alguno de tus recorridos habituales… ¿A que consigues verlo de otra forma? ¡Pues claro! Adelante, desde que has empezado a ver esos tres kilómetros en tu barrio, ya has recorrido unos metros. Unos metros menos que te separan de la Meta.


Seguirás encontrando dragones a tu paso, pero...
Aplicándote, consigues llegar al kilómetro 40. Estás rozando la gloria con la punta de los dedos. ¡Dos mil metros te separan de ella! ¡Es tuya! ¡De nadie más! ¡Tuya! ¡La tienes ahí! Esperándote con los brazos abiertos. La hueles, empiezas a oler la Meta. Acoge los aplausos y los ánimos que te lanza el público. Se rinden ante tu esfuerzo y te admiran. Siente esos aplausos como pequeños empujones, porque te van a llevar hasta la Meta en volandas.

41… ¡Ahora sí que te lo digo! ¡Lo tienes hecho! ¡Lo tienes hecho! Cubre lo que te queda con tranquilidad. Es el kilómetro del disfrute. Y como te dije antes, mide menos que el resto. ¿Por qué? Porque a falta de 500 metros más o menos, desaparecen las malas sensaciones que hayas podido tener hasta ahí. Desaparecen por completo, y vuelven a reaparecer las mariposas en el estómago. Y sientes que renacen, que renaces. Ya no eres tú el que corre, es el público el que te lleva. Y te sorprendes a ti mismo apretando incluso el ritmo. Ves al fondo el arco de Meta y te lo quieres comer. Saludas aquí, allí… ves caras conocidas… quisieras abrazar a todo el mundo… Eso es la gloria. Disfrútala, porque se te quedará grabado para siempre y tu vida será distinta a partir de ahora.
 Sonia cumplió hoy 17 de Abril su sueño de ingresar en la selecta elite de corredores populares que son Maratonianos. ¡Felicidades, Sonia! ¡Disfrútalo!
Y cruzas la meta. Querrás gritar… ¡Grita! Querrás llorar… de alegría… ¡Pues llora! ¡Suelta lo que llevas dentro! ¡Has vencido! ¡Te has vencido a ti mismo! ¡Eres el Campeón! ¡Enhorabuena! ¡Has terminado tu Maratón!
¿Y sabes qué? Llegará el momento en que te olvides de toda la fauna que se te ha cruzado en la carrera... y querrás repetirlo. Por mal que lo hayas podido pasar, querrás repetirlo. Y por favor, haz una última cosa: nunca tengas en cuenta el tiempo invertido en  tu primer Maratón. Quédate sólo con que lo has terminado, que es lo que realmente importa.
¡Enhorabuena, Campeón! ¡La gloria es tuya! ¡Eres Maratoniano! Y eso lo pueden decir muy pocos.
NOTA: Especial recuerdo y dedicatoria a mi maestro y padrino de Maratón Rafael Gonzalez Martinez y al buen baño de pensamientos positivos al que se vio obligado a darme el año pasado, para someter a esos dragones que te empujan al abandono en ciertos momentos, y que me llevó de la mano hasta la Meta de Mapoma 2010.
Este año, con el oficio que le caracteriza ha cumplido con su 29º Mapoma.
Siempre agradecido, maestro. Siempre serás un figura.


Zoología del Maratón ( II )

Lo primero que sientes, es que te pica el gusanillo de la curiosidad por este deporte. ¿Qué es? ¿En qué consiste? Te vas metiendo poco a poco, compras tus primeras revistas, vas conociendo gente, el gusanillo va haciendo algo más que picarte, ves que este tipo de gente es más que gente, son amigos desde el primer día… y que lo serán para siempre. Amigos de verdad, de los que se comprometen y con los que se puede contar para cualquier cosa, y siempre con desinteresadamente.




Pruebas con tu primera carrera. Tal vez un cinco o un diez mil… Tal vez en tu debut, lo pasas hasta mal, y a pesar de ello te gusta, sientes que te gusta y que el gusanillo te hace pensar en mejorar para la próxima. Vas buscando la mejor manera de hacerlo, cotilleas planes de entrenamiento, vas leyendo y bebiendo de la experiencia de otros corredores, te vas metiendo en el mundillo multicolor de todo tipo de material para este deporte, te dejas seducir por la compra de tu primer pulsómetro, te ilusionas más aún…

Vas contrastando entrenamientos y ves que aunque pequeña, va apareciendo una mejora evidente en tu estado de forma y en tus tiempos. Te cansas menos y vas llegando más lejos en menos tiempo. Miras calendarios de competiciones y te apuntas de nuevo. La segunda carrera ya no es como la primera, has sentido que has dominado más la situación, o tal vez sí, pero te da lo mismo, porque sientes que también has disfrutado y estás listo para la siguiente. Y en esa te empeñarás en arriesgar un poco más porque sabes que puedes hacerlo.

Vas bien, le vas perdiendo el miedo a los retos, las carreras se suceden, decides enfrentarte a un Medio Maratón. Y te lanzas. Sientes que esto te llena más y más. Estás atrapado. Ya no hay vuelta atrás. El gusanillo te ha devorado por completo. Trazas recorridos en casa con ayuda del ordenador y mapas por satélite. Organizas tus propios itinerarios. Las manzanas alrededor de tu casa por las que correteabas en tus primeros entrenamientos, se van quedando pequeñas, el barrio también. Buscas nuevos horizontes, nuevas fronteras a las que enfrentarte. Quieres más. Quedas con amigos de esta afición para correr por parques o rutas urbanas de dimensiones hasta entonces desconocidas para ti. Te ves llegando a sitios a los que nunca imaginaste que podrías llegar si no era con coche. Y te ves regresando a casa sano y salvo dándote cuenta de que has hecho todo eso con tus propios medios y con tus propias piernas. El gusanillo te está inyectando una especie de “toxina beneficiosa” que hace se te erice la piel al darte cuenta de todas estas cosas.

Un día te enamoras de unas determinadas zapatillas, las compras, y sabes que con ellas vas a volar. Las pruebas en tu siguiente carrera. Y ya, te salga como te salga, te sientes ganador, te sientes campeón, el mejor del mundo, porque con cada carrera, cada entreno sientes que te estás superando a ti mismo.

El gusanillo te ha devorado por completo y te sonríe feliz. Tú también lo eres. Inmensamente feliz.

Pasa el tiempo, los meses, las carreras van cayendo en el calendario. De pronto, acaricias un reto que te parece un sueño. Lo mimas, le vas dando forma. Te preguntas… “¿Y si yo…?” Acabas de empezar a soñar con algo grande. “¿Y si yo pudiera correr un Maratón?” Sueñas, sueñas, sueñas… le vas dando vueltas al asunto. Acaricias la posibilidad y la mimas con esmero. Planificas, siempre con ayuda, un correcto plan de entrenamiento para un Maratón a muchos meses vista Te asesoras, te haces las pruebas de esfuerzo pertinentes y de sumerges por completo en ese sueño. Descubres que ese es tu reto. El Reto. Lo conviertes en el sueño de tu vida, en tu meta a lograr.

La preparación es dura pero la afrontas con ganas y optimismo. No te dejas vencer por los sinsabores que a veces te obsequia. Eres luchador. Eres ganador. Vas quemando etapas y el sueño está cada vez más cerca. Pasas unos meses muy duros de entrenamientos en los que tienes que pasar mucho frío, mucho calor, aguantando lluvias, vientos y hasta nieve algunas veces. Pero lo aguantas con estoicismo y con la fuerza que te caracterizan. Porque eres valiente, porque te quieres y porque sabes lo que quieres y vas a por ello. Con decisión. Con paso firme. Cueste lo que cueste.

Tomas la decisión de apuntarte a ese Maratón en el que debutarás. De nuevo, no hay vuelta atrás. Ves pasar los días y la fecha clave, el gran día, el día D que se te va echando encima. Hay nervios, siempre los hay, estás inquieto, emocionado, y hasta conmocionado cuando ves la dimensión que tiene aquello a lo que te vas a enfrentar. Pero no cedes. Estás ahí para eso. Es para lo que has venido. Es para lo que has hecho ese viaje de tantísimos kilómetros de entrenamiento en los últimos meses. Incluso has podido saborear lo que es la soledad del corredor de fondo. Esa señora de la que tantas veces se habla.

Vas a la Feria del Corredor a recoger tu dorsal y tu bolsa del corredor, y te encuentras un ambiente que te sobrepasa. Te impresiona tanto, que te das cuenta de qué es aquello en lo que te has metido. Alcanzas un estado de excitación y felicidad dificilmente explicables. Eres feliz. Sigues sabiendo lo que quieres.

Esa noche, la de la víspera… ¡Qué noche! Repasas todo una y mil veces. ¿Lo tengo todo? ¡La vaselina! ¡Que no se me olvide la vaselina! ¿Y los imperdibles? ¡Ya sabía yo que me faltaba algo! ¿Dónde los tengo guardados…?”

Por fin consigues acostarte. Cerrar el ojo es otra cosa, otra dura batalla. Por fin caes… Y al sonar el despertador, saltas como un resorte. “¡Me he dormido!” es lo primero que piensas. No, no te has dormido, has madrugado con más ganas que nunca, pero aún no lo sabes. Te duchas, desayunas y te preparas para salir.

Durante esos días, lo que antes era un gusanillo, ahora son mariposas que revolotean en tu interior. Sientes su cosquilleo por todas partes. En tu pecho, en el estómago, incluso a veces en la cabeza y en el corazón dependiendo del momento.  Llega el día D. Pasas por la reunión previa con los amigos, ves como los nervios que muchos niegan hace soltar la lengua sin medida. Pocas veces se habla más que en esos minutos previos. Palabras, palabras, saludos, besos, y abrazos que se alternan con alguna que otra carcajada nerviosa que ayuda a romper esos nervios que lleva uno encima aunque lo quiera negar. Y no es por nada… ¡Es que es el gran día!

Intentas hacer el calentamiento lo mejor que puedes, pero sólo tienes en mente una cosa: la propia carrera.

Momento de ponerse en el inmenso pelotón de corredores que se colocan tras la línea de salida. Llegó el momento. Sientes salir mariposas por todos tus poros. Si no te dominas, hasta puede que se te salte alguna que otra lagrimilla. Tranquilo, también eso es inevitable.

Escuchas una cuenta atrás allí delante y… ¡Pistoletazo de salida! Aún no puedes moverte del sitio. Tardarás en hacerlo. La cantidad de corredores que hay delante de ti es inmensa.

(Continua...)

domingo, 17 de abril de 2011

Zoología del Maratón ( I )



NOTA: Publico este trabajillo en el Blog ya a destiempo. No pude hacerlo en el momento oportuno, debido a que lo escribí ayer sobre la marcha y muy a última hora y sólo pude publicarlo en Facebook. A pesar de ello, creo que no pierde actualidad, por ser válido para cualquier otro Maratón venidero.


Dedicado a quienes debutan mañana en la distancia reina, y a todos quienes la van a correr y disfrutar en el Mapoma 2011.


Hace tiempo que quería hacer algo así. Ni siquiera llegué a escribir nunca la crónica de mi propio debut en Mapoma 2010. Era mi primer Maratón. Logré terminarlo, pero nunca llegué a escribir sobre ello. No desisto de hacerlo algún día. A pesar de ello, este trabajillo, contiene parte de mis propias vivencias de lo que fue el Mapoma del año pasado.


A cambio, dejo este pequeño boceto de ánimo especialmente a quienes debutan en la gran prueba de mañana.


Un fuerte abrazo para todos ellos. No soy quién para dar consejos, pero esta vez voy a dar uno por propia experiencia: Cabeza, mucha cabeza en todo momento. ¡En todo momento! En los buenos, para no disparatarse, y en los malos, para saber esperar con paciencia el momento de recuperar y remontar el vuelo. Por imposible que parezca, ese momento aparece siempre.


Y por último, cuidar la hidratación. En principio parece que el día no va a ser tan caluroso como lo fue el año pasado. Aún así, no os saltéis los avituallamientos si es posible.


Lo demás, está en vuestras piernas y en vuestros corazones. Vais a ser los reyes de la ciudad por unas horas.


Merecéis lo mejor. Disfrutadlo. ¡Sois los mejores, y Mapoma es vuestro!


PD: Disculpad las posibles faltas. Lo estoy haciendo sobre la marcha, precipitadamente y no me quiero entretener en revisiones ortográficas.

sábado, 16 de abril de 2011

Mismos artistas, mismo escenario, distintos papeles


El año pasado Sonia, hacía el 10K, y Teresa debutaba en Mapoma la distancia mítica al igual que yo. Este año, yo me quedo con el 10K, Sonia debutará en Mapoma para su primer Maratón, y Teresa irá a por el segundo en su haber.
¡Que Filípides sea benigno y la suerte nos acompañe!

domingo, 10 de abril de 2011

Un buen cambio de planes



Tocaba ayer hacer una tirada tranquila y más o menos larga. Sin embargo, terminó en excursión femiliar a la zona de Villa del Prado y alrededores. Había curiosidad por conocer cierto lugar llamado El Alamín.

Es una pedanía de Villa del Prado deshabitada desde hace muchísimos años y rodeada de abundantes misterios alimentados por falsas leyendas que circulan - cómo no - por Internet. Leyendas que hablan de extraños fenómenos y más extrañas historias que para nada son ciertas, pero que el boca a boca acierta a darles vidilla.

Vale como lugar curioso que visitar, pero nada más allá de eso.

Ahora es utilizado por una empresa que lo usa como lugar donde desarrollar "batallas" al gusto de los aficionados al "Paintball".

Luego, dimos un buen paseo pedestre, que terminó en una buena comida de bocatas bajo la sombra de unas encinas. Más paseo de postre, y vuelta a casa.









sábado, 9 de abril de 2011

Entrenando entre pinos

Ayer viernes: 2x4000 entre los pinos de Vicálvaro. 55' de sesión. Visto así suena bonito, pero...


Si al bajarme del coche esta mañana frente al pinar de Vicálvaro, alguien me dice que iba a hacer lo que he hecho, le hubiera mandado muy lejos a hacer encaje de bolillo. Casi 20 grados al empezar a las 11:40 y 25 al terminar después de 55 minutos de sesión. Me levanté con mucha flojera. La caña que le di a la bici ayer, más los 7 kilómetros que hice a pata luego, me han pasado factura. Lo más adecuado hoy habría sido descansar.

Pero una vez que empiezas no hay vuelta atrás. Me ha costado muchísimo arrancar. No me sentía nada cómodo entre los pinos y sus cuestas. El único alivio, lo encontraba de vez en cuando entre la sombra fresca de los pinos y con terreno descendente. Eso no indicaba nada bueno. Aún así no he dejado de encarar ningún tipo de cuesta. Al cabo de 4 kilómetros, y la pesada sensación de que llevaba una hora corriendo, me he parado. Raquel no aparecía por ningún sitio y era a lo que había ido, a verla un rato para hablar de la inscripción de los 10K de Madrid.

Después de descansar unos minutos, le he metido la espuela al orgullo y he pensado: “no estamos para hacer más de 4 K seguidos pero sí podemos hacer otros 4 y sumar un 2x4000”. Me ha gustado la idea y me he lanzado a por otros 4 kilómetros. Me ha salido un 2x4000 sin mucho lustre pero ahí queda. 27:30 la primera tanda y 27:42 la segunda.

Es la segunda vez que hago series tan largas. En otra ocasión hice 4x2000 en pista y lo pase peor. Así que, no puedo decir que haya estado mal del todo.

El chip del calor desactivado, pero se me olvidó sacarlo de su compartimento y terminó recalentándose un poco. Pero sólo eso.

miércoles, 6 de abril de 2011

Última hora Mapoma...



¿Y este logo qué pinta aquí? ¿Qué pinta si yo no voy a correr Mapoma?
No, mi cita este año con la gran prueba no es posible. Mi preparación se hizo añicos hace meses por diferentes circunstancias adversas que ahora prefiero dejar en el olvido. Lo pasado, pasado está y de nada sirve lamentarse.

Sin embargo... he estado sopesando la posibilidad de correr esos 10 K de Madrid... y al final... ha quedado decidido que los corro. ¡Voy a hacer esta carrera con el mismo orgullo con que hice Mapoma el año pasado! Aunque sea la hermana pequeña de Mapoma, la voy a hacer con el mismo cariño.

De paso será la oportunidad de no perder el contacto con el "ambiente Mapoma" y de estar más cerca de los que lo vais a hacer por primera vez, como fue mi caso. También será la forma de agradecer la gran cantidad de apoyos que yo tuve el año pasado en todos los sentidos, y que en buena medida, fueron los responsables de que mi sueño dorado se hiciera realidad.

Hoy en día puedo decir que soy Maratoniano. Vosotros lo hicisteis posible, y hoy también pouedo decir que ese día estaré allí con vosotros. Esta era la sorpresa que me tenía reservada. En parte, Javier sin saberlo fue el responsable de hacerme darle vueltas en la cabeza a esto, y al final me decidí. Y me alegro de ello.

Un abrazo, Maratonianos y futuros Maratonianos. ¡¡Allí nos veremos!!

Minutos de solysombra


4:45 Suena el despertador. Le digo que no. Le pido prórroga hasta las cinco y me la concede. A las cinco no hay más concesiones y me levanto. Tras cumplir con la rutina diaria, desayuno, aseo y paseo a Luna, conversación íntima con mis piernas. “¿Estáis dispuestas?” - me contestan que sí. Decido que no hay más que hablar. Tomo un vaso de zumo de naranja de un tirón y repaso los lazos de mis zapaillas. Mochila a la espalda. Engancho el cierre de la cintura, me aseguro de su fijación, me despido de Luna y salgo por la puerta. Son las seis menos diez, el reloj ha pegado un salto en mi contra. Se me ha ido más tiempo del previsto y me veo acorralado. Tendré que apretar a base de bien porque entro a las seis y media…


Al grano: 21 minutos de carrera contínua. Son las seis y diez en la puerta del trabajo fichando en la entrada. Las naves están salvadas. Queda el tiempo justo de asearme un poco y cambiarme para relevar.

Parece algo y apenas han sido poco más de tres kilómetros. Normalmente han sido cuatro, pero he ido atajando todo lo que he podido porque tenía miedo de la hora que era y de que surgiera algún contratiempo para el que no había tiempo.

La vuelta a casa ha sido diferente. Cinco kilómetros desde el trabajo hasta el colegio de Miriam en García Tapia – ya casi en La Elipa -. Eran las tres de la tarde. Sí, hacía calor, pero he pasado de él olimpicamente. A mi ritmo.



Preparándome para salir a eso de las tres de la tarde...

Bajando por Francisco Largo Caballero para encarar la subida de Daroca que lleva a Fuente Carrantona, hasta llegar a García Tapia para bajar dirección Elipa. Poco antes de llegar al colegio, se han cumplido los cinco kilómetros que estaban estipulados para el entreno de de hoy. He bebido una jartá de agua y me he empapado la cabeza a base de bien.



Mi fuente salvadora...

¡Qué bien sudada ha quedado la camiseta de Coslada recién estrenada! ¡Y demonios! ¡Qué bien me sentía yo! Sobre todo venciendo una vez más esa subida de Daroca. ¡Cómo me llena esa cuesta! Han sido 34 minutos intensos, 170 de máxima, 155 de media. El tiempo, más que discreto, una media de 6:47 x K. Creo que adecuado a la temperatura. A Jan me hubiera gustado ver por allí, jejeje… Una vez más desactivé el chip del calor y no dejé que la temperatura hiciera mella en mí. Ha tenido que rondar los 30 grados, porque más tarde, a eso de las siete, he visto 31 en una marquesina en Ventas.







En paz conmigo mismo. En paz con el mundo. Me gusta correr.

lunes, 4 de abril de 2011

Entrenando con un señor compañero y amigo


Pocas veces se disfruta del placer de un entrenamiento en compañía como el de esta mañana.
Iba yo para Vicálvaro con el propósito de hacer 45' aeróbicos y tranquilos, muy, muy tranquilos, cuando en el cruce del carril bici a la altura de García Tapia, me encuentro nada menos que a Javi. Nos saludamos - me vio el a mí antes que yo a él - y decido cambiar mis planes de inmediato y acompañarle en su camino de vuelta a casa. Él estaba haciendo una hora de sesión.

En los 2,5 K que le acompañé nuestro pulso siguió una constante de 145-150. Algo desconocido para mí y que cuando voy solo no soy capaz de controlar hasta ese punto. En los entrenamientos con Miriam me pasó lo mismo.

Hemos ido todo el tiempo de charleta. Y sin él saberlo, me ha metido algo en la cabeza... que no sé yo... De momento lo dejo en el aire.

De vuelta a casa he tenido que reconocer los beneficios de entrenar con alguien más. Como mínimo ir en pareja. Ha sido muy agradable porque hemos ido charlando todo el rato y respetando los límites de lo que es un ejercicio aeróbico que es con lo que empiezo siempre la semana. Sin embargo volviendo solo, no he sido capaz de ir a menos de 160 pulsaciones. Al final me ha salido una media de 155ppm que tampoco está mal, en esos 45' de ejercicio.

Charlando de planes y futuros proyectos en una mañana realmente agradable y con el puntito justo de aire para llevar una buena refrigeración en todo momento.

En mi caso, desactivar el chip del calor al salir, me ha venido de perlas. Haría algo más de 20 grados, pero no los he percibido. Y no los he percibido porque no me ha dado la gana. Mentalización positiva. Ya vamos entrenando también la aclimatación. Creo que lo que está por venir en esta Primavera va a ser fino y más vale ir preparándose con antelación.

Javier - compañero y amigo de Caprus y compañero y amigo de trabajo -, un placer haberte encontrado esta mañana. Ojalá que se repita más veces.

viernes, 1 de abril de 2011

Mi Medio Maratón de Coslada.



27 de Marzo de 2011.

Mi primera carrera oficial del año. Para colmo, incluida en el circuito de un Mapoma al que este año no podré asistir. Lo tengo descartado desde hace semanas. Pero ese es otro tema.


Una de las certezas que extraigo de esta carrera, es que espero poder seguir teniendo fuerzas para tirar de épica en otras carreras como lo he hecho en esta. Una carrera que para mayor satisfacción mía, es una de las medias más duras que hay junto con la de Fuencarral. Primero me la pintaron como bonita, piqué y me apunté. Luego, me dijeron: “Un, dos, tres, despierta… Despierta porque esta carrera no es así, es asá…” Y doy fe de que en mis carnes llevo la huella de que es muy asá… Pero no hay dolor. Otras cosas duelen más. Prefiero ver esta carrera como una muesca más de experiencia.

Vamos con la crónica de mi carrera. A ver si consigo no liarme demasiado.

08:45 Hace más de hora y media que estoy en pie, pero alguna que otra sábana de mi tropa se pega más de la cuenta. Aviso a Miguel que no voy a poder llegara a tiempo para la foto de familia. ¿Cuándo llegará el día que yo pueda hacerme una de esas? Los efectos del cambio de hora de esa misma noche se hacen notar.

09:40 Aún no he llegado a Coslada.

09:45 Llego a Coslada, pero el GPS me juega la mala pasada habitual de desorientarse. Siempre lo hace en los momentos más inoportunos.

09:55 Tras “reubicarse” consigo aparcar en una gasolinera próxima al Monumento a la Mujer y muy cercana al Polideportivo.

Esprinto para bajar del coche y guardar con ayuda de mis hijas la ropa sobrante en el maletero, quedándome nada más que con la indumentaria para la carrera. A sugerencia de mi hija mayor, me escapo esprintando hacia el Polideportivo. Veo a la mayoría de corredores colocados en línea de salida. Todavía hay algunos calentando. Esprinto dos veces hacia la Secretaría en busca de mi chip. La primera, me tengo que dar la vuelta porque la reja me cierra el paso. A la segunda, consigo llegar a Secretaría y recojo el chip. Me lo coloco y esprinto escaleras abajo. Al salir a la calle, veo pasar a los corredores que ya han tomado la salida. Resignado, ya no esprinto más. El calentamiento ya está hecho. Troto tranquilamente hacía el arco de salida. Hay quien me sugiere que sale la valla y me meta en el pelotón. ¡No saben a quién le están diciendo eso! Yo que tengo por norma no “comerme” ni una esquina en carrera alguna, y que me revienta ver a quienes lo hacen… ¡Esos "mataesquinas"!

Consigo llegar al arco de salida y oigo a mis hijas que me gritan a mis espaldas. Acaban de llegar. Las tiro un beso y las doy el teléfono que me quedé en las manos con las prisas. Paso el arco, pico el crono y me despido. Estamos en carrera…

Salida. – Veo sin dificultad a los últimos del pelotón de cola y a dos globeros con camiseta amarilla que cierran la carrera. Tras ellos, la ambulancia. Me sacan unos 400 metros. Desde la primera zancada, decido hacer totalmente mi carrera sin presiones de ningún tipo.

K1. – Poco antes adelanto a la ambulancia.

K 1’5 – Alcanzo a los globeros, me quedo con ellos un rato y los rebaso también. Uno de ellos porta el globo de 2h10’. Me gusta la referencia y me lo creo.

K2 – Poco después de rebasar a los globeros, adelanto a unos pocos corredores. Viéndome ahora acompañado, decido clavar el paso que llevo. No voy mal.

K4 – La alegría dura poco. Los globeros me alcanzan y me rebasan. ¿Algo va mal y no me he dado cuenta? Porque yo no me siento tan mal como para que me ritmo haya bajado. Voy a paso constante, o eso creo.

K5 – Primer avituallamiento. No dudo en caminar unos pasos para beber unos tragos. Ya me he comido algunas de las primeras cuestas y tampoco ha ido mal.

K8 – Hasta aquí consigo no despegarme de los globeros más allá de 150 – 200 metros. Al poco, el globo de las 2h10’ es el que despega. Imposible seguirlo. Sobre todo porque el despegue es en vertical y no está uno para esos vuelos. Se ha desatado y vuela hacia las nubes.

K9 – El kilómetro que me mató – Me mató la moral y las ganas. Mi minó brutalmente la alegría que llevaba. ¿Por qué? Fácil de entender. En un giro a la izquierda, yo no veo las marcas azules en el suelo y sigo recto. Lo hago, y veo una subida descomunal, me cierro en banda y tiro para delante con el propósito de subirla de un tirón. Me animo: “Si puedo con esta, puedo con todas”. Tendría unos 300 – 400 metros. Y puedo con ella. ¡Vaya que si puedo!

Desde bastante antes de llegar arriba, veo a un voluntario con el chaleco fosforito. No dejo de mirarle en vez de clavar la mirada en el suelo, y le tomo como referencia de lo que me queda. Pero al culminar la subida y llegar a su altura, me dice el tío… “Por aquí no es la carrera”. “¿Qué?” - le pregunto incrédulo. Paró en seco y le hago repetir. “¿Qué dices?” Y escucho esto: “La carrera es por allí abajo” Me señala por donde he subido. Ristra de lamentos malsonantes por mi parte. Vuelvo la vista y veo al último corredor que ya me tiene fichado, haciéndome señas con los brazos. Respondo a las señas y hecho cisco, me dejo caer cuesta abajo sin prisa alguna…

¡Demonios! No había nadie que me dijera en ese giro que iba mal. Ningún voluntario que me indicara nada. Me despisté, de acuerdo, pero ese voluntario que había al final de la cuesta tampoco hizo ninguna señal que me pusiera alerta. Y yo no lo perdí de vista en ningún momento. Esperó a que llegara a su altura para darme la alegría del día. Bajé la cuesta dándole vueltas y más vueltas a todo esto en mi cabeza. Hasta ese momento, incluso hasta el K10, habían ido cayendo los kilómetros con mucha comodidad. En pocas palabras me sentía muy entero.

K10 – Para cuando llego a él, he perdido más de tres minutos respecto a los kilómetros anteriores. Lo paso en 1h05’ menos unos segundos.

Retomado el buen camino, viendo tan lejos a los que yo había tenido detrás, y no alcanzando a ver a los globeros, me vence cierta dosis de desmotivación.

K11 – Tras de mí sólo veo a un superveterano que va escoltado por la ambulancia. Vienen cuestas y más cuestas. Cortas, pero con giros muy cerrados. Me dejo caer y ajusto el paso hasta ser alcanzado por este superveterano. Nos damos la mano y me dejo arropar por su experiencia. Se ve que la tiene. Ya me da igual lo que tarde en terminar. Sólo tengo clara una cosa y es que la voy a terminar.

Establecemos conversación y van cayendo datos. Creo que me dijo que tenía 65 años. Se llamaba Antonio y estaba corriendo con la intención de no hacerla entera, sino de acumular kilómetros, porque venía de una lesión de gemelos muy latosa y no quería forzar. Va a 6:30 y me parece bien para las ganas que llevaba. Dice que me llevará hasta el 18 más o menos, donde él se retirará.

“Verás cómo nos comemos a alguno al que le flaqueen las fuerzas antes del K16” – me dice dándome esperanzas. Yo prefiero dejar que los kilómetros vayan cayendo y no agarrarme a cálculo alguno. Ya no me entonan ni los geles, aunque me reservo uno para el final.

K 12 – (Más o menos) – Encuentro con el Míster (Miguel) en plena recta donde se cruzan los que van con los que vienen. ¡Y cómo venía! Yo le veo venir de lejos. Él no me ve hasta que me tiene encima y le extiendo una mano para chocarla. Venía como un misil… ¡Qué potencia, Dios! ¡En moto venía hacia mí. Da gusto verle. No nos decimos ni una palabra. No hace falta, sólo nos sonreímos.

K14 – El kilómetro de la puntilla – Se nos acerca a Antonio y a mí la ambulancia y nos dice el conductor que estamos descalificados y fuera de carrera desde ese momento. Nos miramos incrédulos. Le hacemos repetir al conductor y no sentimos otra cosa que indignación. ¿Pero qué es esto? ¡Que estamos casi en el K15! Vemos que contacta con alguien por radio y seguimos. Nos vuelve a alcanzar y nos da el recado: “Me comunican que si siguen es bajo su responsabilidad”. Antonio y yo nos miramos. Antonio no dice nada, pero mi respuesta es inmediata. “Puede ser que me terminen faltando las fuerzas, pero responsabilidad me sobra. Gracias, pero sigo”. Miro a Antonio, asiente con la cabeza y añado: “Seguimos”. “¿Siguen?”. ”Seguimos” – le contesto con seguridad. Nos desean suerte y nos rebasan. Ahora estamos solos y el tráfico va abriéndose. Tratamos de seguir lo más a la derecha posible intentando no estorbar a nadie.

K18 – Ya hace un rato que Antonio se ha despegado de mí y le sigo a unos 100 metros más o menos. Nuevas cuestas se me clavan en las piernas como puñales. En algunos momentos seguimos viendo a la ambulancia delante de nosotros. Tampoco se ha distanciado mucho. Al paso que va, suponemos que van tras algún otro corredor rezagado.

Antonio se retira, nos despedimos y me quedo solo. No es problema. Siempre entreno solo. Pienso en mis hijas que me están esperando en meta. A saber si a lo mejor preocupadas de no verme llegar… Decido marcarme un objetivo para terminar. Y no es otro que alcanzar a la ambulancia y rebasarla. Con eso me daba por satisfecho. Tenía menos de tres kilómetros para conseguirlo.

K19 – Me sorprendo al ver que los policías que me voy encontrando, lejos de sacarme de la carrera, me animan e incluso paran el tráfico algunas veces para facilitarme el paso. Me siento culpable y espero que en algún momento me hagan subir a la acera. Pero esto no ocurre y sigo pateando asfalto. Imprimo un trote medianamente alegre al ver tanto llano por delante y me parece que la ambulancia está cada vez más cerca. Le piso los talones.

K20 –Al ver esta pancarta casi me paro a darle un beso. Los policías siguen animándome a continuar.

En un giro, veo algo que me motiva más. Es la espalda del que debe ser el último corredor que llevo delante. Y que se esconde delante de la ambulancia. Nueva referencia tomada. Pero no lo veo como un rival, sino como un compañero de sufrimiento. Es el mismo que me hizo señas con los brazos en la calle en la que me equivoqué. Viste un cortavientos negro.

Veo delante de mí una recta llana y larguísima aunque estrecha. “¿Me la juego?” – pensé. Y mis piernas contestaron que sí. Rebaso a la ambulancia por la izquierda y sin poner intermitente. Me hubiera gustado fijarme en la cara del conductor reflejada en el retrovisor. Me lo perdí. Apreté un poco más y alcancé al corredor colocándome cerca del bordillo. Le saludo, se sorprende al verme y me sonríe como puede. “¡Lo conseguiste!” – me dijo. “Por supuesto” – le contesto también sonriendo. Le animo estrechándonos la mano. “¡Vamos, que la terminamos!”

“Uuuuufffff… no sé yo…” – me contesta. Va exhausto. Con las justas para terminar. Vamos a la par unos metros. Unas decenas de metros y veo el último puente. Ahí hay gente que aplaude. No quiero aflojar y me despego un poco del compañero. Un voluntario me acompaña en la subida del puente y me indica lo poco que queda para la meta. Unos metros por detrás de mí, otro voluntario acompaña al otro corredor. En esto, le oigo decir: “No sé si voy a llegar…” Me vuelvo y le grito “¡Vamos! ¡Si yo llego, tú llegas! ¡La tenemos! ¡Vamos, que es nuestra!” – Como puede me sonríe.

Últimos doscientos metros. Pego un tirón de los míos. Esos tirones con los que a mí me gusta terminar las carreras. No creía que podría hacer eso a esas alturas, pero siempre se puede. Ya no valía para nada, pero… al ver a mis hijas en la esquina de la recta final… me salieron alas en los pies. Las tiro un par de besos y aprieto más aún. Vuelvo a decir que ya no valía para nada. El tiempo conseguido era indecente. Pero era mío. Es lo que yo valgo ahora mismo como corredor. No hay vueltas que darle. Pero había terminado. Objetivo logrado.

Meta – Paso al arco de Meta bajo un reloj que indica 2h20’ y unos segundos. Paré el crono e inmediatamente me di la vuelta y fui a buscar al compañero. Estaba deshecho. Le aplaudo y nos sonreímos. Le cojo de la mano. Corremos así sus últimos 50-60 metros hasta pasar bajo el arco de Meta. De inmediato se me olvidan las penurias y las amarguras que haya podido pasar en la carrera. Estos metros finales bien lo han valido. Ha sido una de las entradas en meta más bonitas que pueda recordar siempre. Nos fundimos en un abrazo e incomprensiblemente parecemos hasta felices. Yo creo que lo estamos. Nos lo hemos ganado sufriendo lo que hemos sufrido.

Pero esta vez me quedé sin saber cómo se llamaba mi compañero de sufrimiento. Sin embargo, creo que si le vuelvo a ver, le reconoceré. Por lo menos si conserva esa barba que llevaba.

Y esta fue mi carrera. Corrí el mismo día y en el mismo lugar que mis compañeros del Caprus. Pero la mía… fue otra carrera. Mis expectativas iban por hacer 2h15’ en el mejor de los casos. Me alejé cinco minutillos de ello. No tengo en cuenta el tiempo perdido en la confusión porque no es significativo. A lo mejor sin confundirme hubiera sido igual.

Digamos que marca fue una doble U-C. Último de Caprus – Último de Coslada. Pero con honra. No me rendí. Un Caprus no se rinde nunca.

Me molestó y me dolió la descalificación en el K14. Es la primera vez que me pasa algo así. Y eso sí que me cuesta entenderlo.

Pero me quedo con esto: He doblegado al Medio Maratón de Coslada. Es más de lo que puedo decir del Medio Maratón de Moratalaz en Noviembre pasado. Antes del K5 supe que no estaba para hacer más de 10 y en el K10 lo dejé. En Coslada no. Y amigos… Coslada es Coslada.


Algo después vendría la carrera de Miriam. Eso sí que fue especial. Se la veía feliz. Por algo hablé antes de su carrera que de la mía.


"¿Cuándo es la próxima, papá?" - me preguntó al terminar.