He
tardado más de lo habitual en escribir esta crónica, porque como
especial que ha sido esta carrera para mí, quería que también tuviera un
tratamiento especial.
Ahora, tengo Madrina de Carreras de Montaña.
Un cielo de mujer, y amiga. Gracias, Celina.
¿Se puede pedir más?
LA CRÓNICA
¿Cómo podría hacer una crónica de algo que ni yo mismo me creo a las horas en que estamos y pasados tres días?
Creo
que como mínimo, lo voy a intentar, empezando por decir que lo del
Domingo en Somosierra , no fue más que una muestra más de que por
atreverme, me atrevo con cualquier cosa.
Podría empezar por una anécdota...
Estaba
un día el genial director de orquesta Glenn Miller dirigiendo a banda
musical en una actuación, cuando en determinado momento, al son de
Serenata a la luz de la luna, el
público que estaba bailando en parejas, hizo un alto y le dedicó una
fuerte y cariñosa ovación.. Entonces alguien dijo: "¡Parece que lo ha
conseguido! ¡Fíjese en el público!" Alguien le contestó: "Tal vez no lo
haya conseguido,
pero ese, es el sonido."
Aquí se puede ver si apetece:
Serenata a la luz de la luna. Es una escena de la película
Musica y lágrimas, con James Stewart y June Allyson, dirigida por Anthony Mann.
¿Qué
quiero decir con esto? Quiero decir, que tras Somosierra, o con
Somosierra, he crecido un poquito más como corredor de fondo. Mi límite
de resistencia, ha ganado una muesca más. No sé si lo que hice en este
Medio Maratón de Montaña - espero que el primero de muchos -, es para
tirar cohetes o no, teniendo en cuenta el tiempo que invertí. Para mí,
lo importante es que pude con él. No sé si es así como se hace, pero
creo que ya sé cuál es la forma.de hacerlo. En otras palabras, creo que
ese es el sonido. Y eso, ya es saber un poco más de lo que sabía antes.
Apenas
unos minutos antes de salir de casa, me atreví a plasmar desde mi
teléfono en el Facebook la siguiente frase: "¡¡Vámonos!! Quiero sentir
en mis ojos la mirada de la montaña, y en mis venas el poder de la
amistad. Buenos días. Va a ir por ti, Oscar."
Y por Oscar también fue, pero eso lo dejo para el final.
Esa
frase que dejé en mi muro, venía al hilo de una frase buenísima que
escribió Carlos Siguero unos días antes. Venía a decir algo así como que
"Si la montaña te mira a los ojos, la montaña te conquistará para
siempre". Y busqué esa mirada. Y la encontré. La encontré en el disfrute
de lo que estaba haciendo allí. De principio a fin.¡Vaya que si la
encontré! Y de fondo el abrazo de un espéiritu de amistad colectiva, que
ya sabía de antemano que iba a encontrar y que en buena parte fue el
"culpable" de que consiguiera mi objetivo.
AL MEOLLO... (A ver si lo consigo...)
En el coche de Rafa el Tibu, mis avispas impolutas, virgenes
e impolutas, sin saber lo que les aguardaba. ¡Pobreticas!
Sería injusto dejarle por completo a Cecilia, perdón Celina :-) el papel
de Madrina en mi estreno en pruebas de montaña. Lo sería porque tuve
muchos Padrinos y muchas Madrinas esa mañana del Domingo. Y no sólo por parte
de los que estaban allí. Empezaron a aparecer semanas antes desde todas partes,
en forma de alientos y de ánimo. Todos han tenido su parte de
"culpa", y a todos se lo agradezco por igual. Consiguieron
convencerme de que era posible que lo consiguiera. ¡Pedazo de fé que tienen
algunos!
A las 8:30 quedamos en la Vicalvarada Rafa el Tibu, el Mister y yo. A
punto estaba de salir el Sol. Lo veríamos nacer ya en carretera. Quise
verlo con ojos distintos a los ojos con los que he visto muchos
amaneceres. Y lo conseguí. Me interesaba verlo como el nuevo amanecer de
una época como corredor que iba a empezar esa misma mañana. La ilusión
por ello era grande. Y aunque me hubiera estrellado en el intento, no
tenía previsto verlo como un fracaso. Eso nunca.
El amanecer que pudimos ver en el viaje a Somosierra.
Así como vimos en el viaje un sol reluciente, según nos acercábamos a
Somosierra, nos topamos con una niebla que cada vez era más palpable.
Tampoco quise verla como el presagio de nada negativo. Si era lo que
tocaba e incluso si llovía, pues nada, a afrontarlo y punto.
Allí nos esperaba una espesa niebla en la parte media alta
de la montaña, que hacía barajar incluso la posibilidad de lluvia.
Al final nos respetó y tuvimos suerte.
Esta carrera, este tipo de carreras, es muy diferente a cualquier tipo
de carrera de asfalto. En todo, en sensaciones, en la forma de
disfrutarla, en la forma de interiorizar en tus límites y en tu propio
yo. Lo que te rodea, las vistas, el aire que respiras, las fragancias
que te inundan, el sonido de las pisadas en esos terrenos pedregosos, el
crujir de las ramas bajo tus pies, el silencio, porque tambien lo hay,
te secuestra los sentidos, la sensación de poder en los descensos, la
satisfacción de coronar una subida por brutal que te resulte, el aire
que te abofetea rabioso en la cumbre... Todo, absolutmente todo, hace de
estas carreras algo especial. Son realmente el reto que tantas veces
buscamos.
Esta carrera, no podría desmenuzarla por
kilómetros recorridos como he hecho otras veces. Es imposible. Sólo
fueron 21 kilómetros, pero creo que mejor lo haría por tramos, por metas
conseguidas, que es como me aconsejaba
Celina que la viera. Cada tramo
una meta. Y es que Somosierra tiene muchas metas. Metas que cosechadas,
te mantienen vivo y alerta para conseguir llegar a la siguiente, y así
hasta la última, la gran meta final. Una meta que atravesé con un pedazo
de sonrisa y de felicidad que no voy a olvidar nunca. Somosierra y yo
tenemos que vernos las caras de nuevo. De eso estoy seguro.
¡Qué gran familia!
El comienzo no fue bueno en sensaciones. Todo era subir y subir y subir. Nada de lo que asustarse, porque era para lo que había ido. Nada que me sorprendiera pero que no esperaba tan de primeras. Noté una falta de aire en los pulmones muy exagerada. Celina trataba de convencerme de que todo se debía a la altura y a la falta de costumbre de moverme en ese entorno. Hice lo posible por asimilarlo, pero sentir esto en los primeros 3 ó 4 primeros kilómetros me hizo temer lo peor. Adaptando el paso al terreno que pisaba, conseguí sepultar esos miedos y continué mordiendo montaña. ¡A por todas!
En ese primer tramos de unos diez kiómetros, aproximádamente, que es lo que hay hasta Tres Provincias, la primera meta señalada con insistencia por Celina, tuve el gusto de conocer la "cuesta de su puta madre". Así como suena, es como la llaman. Bea me explicó el por qué, pero eso no lo voy a desvelar, El que quiera saberlo, que vaya allí, la suba y sabrá el por qué. Y garantizo que el nombrecito está más que bien adjudicado. Lo merece. Es de las que no se acaban nunca, de las que te hacen atesorar hasta el último aliento como el bien más preciado. La niebla no te dejaba ver más allá de 50 metros por delante. Espesa y envolvente. recuerdo que cuando llevábamos hechos 8 kilómetros miré el crono y me llevé la sorpresa de que habiamos invertido 1h28'. No tenía conciencia de que lleváramos tanto tiempo en ruta. El tiempo empleado en estas carreras tiene completamente otra dimensión. Ahí empecé a darme cuenta de ello.
Casi mejor que la niebla no dejara ver lo que faltaba para coronar la "cuestecita". Sorprendentemente los gemelos no se me cargaban ni a la de tres. No había fatiga en las piernas y eso me gustaba.
Carlos, que iba delante creo que con Suso y con Jesús, y yo, nos comunicábamos por balidos sin llegar a vernos. Las cabras de Caprus se sabían cerca, se adivinaban entre la niebla, pero no se veían. A cada balido unas risas. El buen rollito era patente. Buena señal. Terminada la cuesta llegó algo de llano donde por fin poder soltar las piernas. No era más que un engaño. Quedaba otro tramo de descomunal ascenso para coronar Tres Provincias. Corto pero contundente. La primera meta estaba cerca. Nada menos que la mitad del recorrido ya estaba hecha. ¡Casi nada!
Cuando le oí decir a Celina que aquello era Tres Provincias, sin terminar de ascender, me puse a correr como loco unos doscientos metros que era lo que quedaba para rematarla. A lo lejos se entreveían los coches del avituallamiento. ¡Dios, qué alegría tan inmensa! El viento soplaba de lo lindo allí arriba. Por suerte lo hacía a nuestras espaldas, que era de agradecer.No me imagino lo que sería si hubiera sido de cara. Choque de manos general por el logro de la primera meta. ¡Estábamos como motos! Cogí un puñado de galletas chocolateadas, que empuñé en una de mis manos y fui mordisqueando durante bastante tiempo mientras comenzábamos a bajar una cuesta bastante prolongada.
Aquí debo hacer un inciso. Al pasar al lado de un jeep antes de comenzar el descenso, me pareció ver por una de las ventanillas, una perilla que me era familiar. "No puede ser" pensé. Sin embargo volví sobre mis pasos y me acerqué al coche. Efecttivamente, era Juanlu. Qué susto al verle. Envuelto en una manta y aterido de frío. Acudió a la carrera después de pasar la noche con fiebre, y el cuerpo lo acusó más de lo que él esperaba. Se sintió débil y hubo de retirarse. Un apretón de manos deseándole lo mejor y a seguir la ruta. Luego en meta pude comprobar que se encontraba mejor. Incluso con mejor color de cara.
Adivino cierta satisfacción en mi rostro en el siguiente
avituallamiento después de Tres Provincias.
¡No era para menos!
Todos lo estábamos. Aquello estaba saliendo.
De ahí en adelante, no tengo ningún mal recuerdo especial de haber sufrido más allá de lo esperado. Dosificábamos las fuerzas caminando donde había que caminar, y corríamos donde podíamos hacerlo. Estas carreras son así. En los tramos de descenso, es donde yo me encontraba a mí mismo. ¡Cómo me lo paso bajando a ritmo de tiqui-taca! Es algo especial, es volar, es sentirme libre, ligero, etéreo... ¡Yo qué sé! Las piernas se ponen en automático y van solas, sorprendiendome de lo que son capaces a cada zancada. En los tramos llanos disfrutaba sincronizando el trote con el de Celina. Qué sensación más agradable correr a su lado. Qué facilidad de ir dejando metros de terreno atrás. El grupete que formábanmos, ibamos haciendo continuamente "la goma". Siempre esperándonos unos a otros ajustando el ritmo según lo ibamos necesitando para reagruparnos. Riéndonos de todo, de nosotros mismos,
El siguiente tramo que me quedó grabado en mi registro de recuerdos, fue el de la pista de los troncos, unos troncos cortados y amontonados en el márgen izquierdo del sendero. Ese terreno era un contínuo sube y baja, perfecto para poner a prueba la fuerza mental de un corredor como yo, que lucha por mantenerse firme y no flaquear.más de lo necesario. Allí funcioné a base de ponerme pequeñas metas. Más o menos iba diciéndome a mí mismo: "Hasta allí". Y una vez que llegaba "allí" me volvía a decir a mí mismo: "Vale, y ahora un poco más". A veces, ese "poco más" eran a lo mejor unos doscientos metros más de la referencia elegida. Eso me alegraba bastante. Esto antes no podía hacerlo. Si decía "Hasta allí" era para llegar hasta allí y ponerme a caminar. Ahora me veo que llego "Hasta allí" y que puedo hacer un poco más. Ese fue otro de mis pequeños descubrimientos en Somosierra. Algo a lo que le tengo que sacar más partido en los momentos flacos.
Seguíamos descontándole kilómetros a la montaña. Bea aguantando como una jabata sus molestias en la rodilla. Admirable. Inquebrantable. Suso, Jesús, Carlos, un par de corredores que no conocíamos y que se nos unieron algunos metros, Celina con su eterna sonrisa y su optimismo a manos llenas, yo, feliz como una perdíz... acercándonos al objetivo. Según mis cálculos, cuando estábamos todavía por el kilómetro 16, las cabras mayores ya debían estar cruzando la meta. A esas alturas - 2h27' -, amigos como Belén, Miguel, Rafa el Tibu, Fernando, Rafa - mi Padrino de Maratón -, ya debían tener entre sus manos un buen vaso de caldo calentito. A nosotros aún nos quedaba para eso.
Yo no había puesto un cuidado especial en reservar fuerzas para llegar a meta como a mí me gusta, pero cuando empezamos a ver la cafetería de Somosierra allí abajo, empezaron a entrarme unas vibraciones especiales por todo el cuerpo, que sentí como se autoestimulaba por momentos. Y esto incluía las piernas, por supuesto. Mejor a esas alturas de lo que esperaba. ¡Bastante mejor!
Así terminaron mis "avispas". Llegaron a estar más "sucias" en carrera.
Qué bonitas unas zapatillas cuando terminan así de trabajadas.
¿Y qué decir de la "cucaracha"?
¡¡Mirad cómo quedó la "cucaracha"!!
"¡Chicos, ya lo tenemos! ¿Véis aquello? Allí está el pueblo, la cafetería... ¡La meta!" - Celina se afanaba en mantenernos animados y firmes. ¡Menudo subidón que me entró al verlo! Calculo que serían unos dos kilómetros o algo más. Estábamos en el penúltimo descenso. Un descenso muy prolongado y muy pronunciado. De los que amí me gustan. Me lancé a tumba abierta. A mi estilo. Imperfecto y desgarbado, pero mío. Me adelanté unos metros a los demás compañeros. No pude evitarlo. Vi a lo lejos - muy lejos -, a un corredor con una camiseta roja, y lo puse en mi punto de mira. "¿Seré capaz? me pregunté. Y enfilé a por él. Me costó alcanzarle. No sé si me oyó venir, pero no hacía más uqe mirar para atrás. Y fui capaz. Le pillé y le adelanté en curva. intentó resistirse pero no pudo. Yo sí. Creí que una vez a su altura tendría que pararme porque venía un tramo de falso llano.Pero me encontraba en pleno subidón sabiendo cerca la meta. Atrás iba Celina con Suso, luego Bea, y Carlos con Jesús al que fue a rescatar unos metros antes. Se había quedado algo descolgado.
A la vuelta de un giro me topé con una nuva subida. Con esa sí que no pude. Era la puntilla. ¿Quién la pondría ahí? Me puse a caminara buen paso pero incapaz de más. Un subida muy larga pero de la talla suficiente para comerte la moral. Nos reagrupamos de nuevo Celina, Suso y yo. corrimos-anduvimos este pequeño repecho espoleados por el aliento de Celina. "¡Es la última, es la última!" Lo intenté pero no había piernas para más. El corredor de rojo seguía atrás condiferencia. Ese no nos iba a amrgar la llegada a meta. ¡De ningún modo! Otras pocas zancadas. Nada, que no había forma. Celina se adelantó algo a nosotros y se detuvo a esperarnos. Llegados a su altura, nos dio la noticia: "¡Por ahí, chicos! Ya todo es bajada hasta la meta. ¡Ahí la tenéis! Venga, ir delante." ¡Dios! ¡Casi me la como a besos! Apretón de manos de los tres, piernas que se activan de nuevo por si solas, y me lanzo sin paracaidas adelantándome un poco. Suso y yo juntos. ¡Es nuestra, tío! ¡Ya la tenemos! nos decíamos uno a otro. Zancada larga, alegre, fuerte, segura. Pisoteando la hojarasca, pisando con tiento un tramo encharcado y barroso que nos obliga a frenar lo necesario. Ya superado, vuelta al trote alegre. Abriendo los brazos para mantener el equilibrio y no llevarnos un disgusto con todo ya hecho. Olemos la meta. Me disparo de nuevo. A la vuelta de un recodo dejo de ver a Suso, pero sigo a más. Empecé faltándome aire y ahora sentía que me sobraba. Iba a poder entrar en meta como a mí me gusta. ¡Sí señor!
Llega el tramo de asfalto que lleva a meta. Miro atrás y sigo sin ver a Suso que entraría en meta con Celina. Me entran remordimientos por no esperarles, pero lo que menos me apetece en ese momento y que me perdonen Suso y Celina, era echar el freno para esperarles. Me sentía explosivo. Era mi momento. Último giro a la derecha, la locura. El arco de meta a la vista. Gritos de los compañeros que esperaban allí. ¡Qué ilusión! El Mister, Rafa, Fernando, todos... Y el momento de pasar el arco, para Oscar. Una mano arriba y otra al pecho a la altura del corazón, y el grito que me tenía reservado: ¡¡¡Oscar, va por ti!!! Y para Oscar ha sido esta carrera de montaña que muy probablemente habría corrido junto a Juanlu. Muy probablemente.
No hay dolor, sólo satisfacción. Pero no victoria. No siento que haya vencido a Somosierra. Si acaso me he hecho amigo de ella. Si acaso, me he vencido a mí mismo. ¡Sí! ¡He sido capaz!
Muy poquito después llegaban Suso y Celina. Abrazos, choques de manos, risas, satisfacción, ilusión... Después, entraron Jesús y Carlos.
¡¡¡Triunfo!!! 3h 20' +/- de montaña que me han enseñado mucho. Creo que he crecido un poquito más como corredor. Mi confianza ha ganado muchos enteros.Espero sacar provecho de esto, de todo lo vivido en esta carrera de aquí en adelante.
El colofón de todo, fue ver por fin a Belén recoger su Trofeo como 2ª Clasificada en Categoría Femenina. ¡Qué emocionante fue aquello! Hice como seis fotos y me temblaba tanto el pulso que sólo estas me atrevo a poner, como las menos malas.
Mi gratitud a todos los que lo habéis hecho posible. A TODOS. Pero quiero destacar - y los caballeros me disculparán por ello -, la simpatía y el buen humor de una Bea inmensa superando sus molestias hasta el final. Una Bea que en determinado momento casi me hizo clavar las rodillas en tierra por sus chistes. Y la luz, el buen hacer y el optimismo que puso en todo momento la gran Celina, a quien desde ese día declaro oficialmente como mi Madrina de carreras de montaña. ¡Tenías razon, Celina! Somosierra ha sido como me prometiste aquél día en La Hoya de San Blas. ¡Esto es especial! Me ha gustado y mucho. ¿Repetimos?
Mis disculpas por la tardanza en terminar de escribir esta crónica, que con los días que han pasado ya casi ha quedado desfasada. Tres días habían pasado desde que empecé a escribirla y esta noche, en que mi cabeza no me permite dormir por otras cosas, me he lanzado a terminarla de una vez por todas.
Prometí que habría crónica y aquí queda para siempre. Espero no haber aburrido. Mis crónicas son así. Trato de plasmar todo lo que siento cuando corro y eso me hace interminable escribiendo. Lo reconozco.
Siguiente parada... Medio Maratón de Moratalaz el 13 de Noviembre junto a la manada de cabras de Caprus y muchos más amigos. ¡Que no pare la música!